Se tiende a pensar que el blanco es el color de la amplitud, la pureza, la luz. Del minimalismo, que evita lo superfluo y se presenta sin posicionarse.
Y es cierto pero, si en casas con buena arquitectura se ha apostado por él en su esplendor es porqué presenta, en silencio, toda una declaración de intenciones.
Es atemporal y un clásico al que no hay que desmerecer su riesgo cuando es absoluto.
Y es un tono ideal que seduce al que lo observa y le provoca la voluntad de sentirse partícipe. Es decir, da un valor a la composición y la refuerza, la mayoría de veces con un interesante juego de sombras que ocultan y realza.
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