Estamos inmersos en una crisis de materias primas sin precedentes y es probable que, en la reciente Navidad, no hayamos podido hacer según qué regalo porque no era posible que llegara a tiempo. Según los análisis más serios, este desabastecimiento puede ser la antesala de lo que nos pasará en las próximas décadas si no ponemos fin al despilfarro de la vieja economía lineal. Empezamos a ser más conscientes de la importancia que tiene aquello de las 3R: reducir, reutilizar y reciclar. También es cierto que, aunque parezca que nos enfrentamos al fantasma de la escasez, en realidad nos rodea la abundancia. Nuestras necesidades están cubiertas y por eso precisamente debemos ser conscientes de lo que significan las materias. Que todo es materia. Aunque con las recetas que encontrarás en este artículo no vamos a salvar el mundo, sí que nos sirven para ver todo el potencial de reciclaje que hay en los materiales que nos rodean.
La joven diseñadora mexicana afincada en Barcelona Sofía Perales ha ideado un material que no tiene nada que envidiar a la escayola o la cerámica y que según su autora sería un material ideal para una baldosa o una maceta. Egg-Shield se produce a partir de cáscaras de huevo hervidas, molidas y aglutinadas con gelificante vegetal. En su propuesta habla de "domesticar los residuos para alcanzar una sociedad autosuficiente que procesa, consume y elimina en armonía con la naturaleza". Estas soluciones aún pertenecen a la pequeña escala, pero nos llevan a experimentar con la circularidad de la materia en primera persona. Imagina poder renovar las baldosas de la pared de tu casa cada vez que te apetezca, solo con sumergirlas en agua y volverlas a moldear.
De alimento a cosmético
La firma cosmética Upcircle Beauty comparte en su blog recetas domésticas para autoproducir preparados exfoliantes e hidratantes con restos de frutas y de café. Pero además es una empresa que nació con la idea de aprovechar los restos alimentarios inevitables como los posos de café o los huesos de frutas. Con ellos han conseguido escalar el proceso y generar una línea de negocio rentable que recicla desechos alimentarios en productos cosméticos. Este equilibrio entre la autoproducción y la experimentación doméstica junto con la iniciativa empresarial que permite generar escalas de trabajo suficientes como para tener un impacto sólido tanto en la sociedad como en el medio es una de las múltiples vías que están emergiendo en la continua, y a veces, silenciosa transformación que estamos experimentando hacia un mundo más sostenible.
¿Sabías que
...la materia orgánica puede llegar a suponer al menos el 40% de toda la basura que generamos en casa? Una materia orgánica residual inevitable como pueden ser las peladuras de frutas y verduras, cáscaras de huevos, posos de café… Estos residuos, si van al vertedero, como desgraciadamente ocurre mayoritariamente hasta el momento, se transforman en metano, un gas que, como ha destacado la reciente conferencia por el clima COP 26 de Glasgow, se ha convertido en objetivo prioritario en la lucha contra el cambio climático ya que tiene un efecto invernadero 25 veces superior que el CO2. Por eso, prestar mucha atención a cómo tratamos nuestros residuos domésticos orgánicos es casi una obligación. Y si tienes jardín o un pequeño huerto en la terraza, la principal receta que puedes elaborar con los residuos de cocina es un buen compost para las plantas. Abono natural, ecológico y de km 0.
Hacia el residuo cero
El do it yourself tiene una poética que va más allá del objeto en sí y nos conecta con la esencia de su diseño y su creación. En los últimos años han proliferado ideas para autoproducir nuevos materiales con los que crear objetos funcionales, decorativos y, sobre todo, educativos para los más pequeños. Una tendencia explorada en el movimiento zero waste tan en boga que incluso medios generalistas se hacen eco. SZ Magazin, el suplemento del prestigioso periódico alemán Süddeutsche Zeitung, publicó en la primavera de 2021 la propuesta de OiKo Design Office para autoproducción de objetos domésticos sencillos como macetas, fruteros, lámparas o posavasos con un material similar a la arcilla hecho a partir de cáscara de patatas, posos de café y maicena. Otras publicaciones con gran difusión como el portal digital Dezeen también han apostado por la difusión de propuestas de diseñadores para el aprovechamiento de residuos domésticos y su transformación en productos para el día a día, como Tômtex, del diseñador vietnamita Uyen Tran, que experimenta con cáscaras de marisco para generar un material similar al cuero. O el bolso Sonnet 155, hecho con cáscaras de frutas y fibras de celulosa, de los alemanes Lobke Beckfeld y Johanna Hehemeyer-Cürten. O la propuesta más radical de Hugo Maupetit y Vivian Fischer para transformar chicles mascados en ruedas de skate.
Un poco de historia
La sabiduría tradicional de la economía doméstica entendía que de la ropa vieja se conseguían manteles y trapos, y que de los envases de vidrio no retornable se obtenían los botes para las conservas. Pero la fábrica en casa no ha quedado ahí. Otra de las transformaciones caseras tradicionales es la del reciclado de papel. Papel y cartón usado pueden triturarse y empaparse en agua para formar una nueva pasta que al extenderla y secarla se convierte en nuevo papel. Pero el que sin duda es el must en la historia del reciclaje casero es el jabón. Los aceites usados de cocina y las grasas en general, que son unos residuos supercontaminantes del agua, jamás fueron considerados un residuo pues eran la base para la elaboración del jabón que se usaba en casa. ¿Economía circular? ¿Conciencia ecológica? Nada parecido. Pura lógica de materiales. Y es que, si ya lo tienes en casa, ¿por qué tirarlo para volver a comprar el producto hecho de manera industrial y química? Al mezclar agua con grasas y sosa, el producto generado es el jabón en pastilla tradicional usado tanto para la higiene personal como para el lavado de ropa o platos.
Y el beneficio que genera es doble porque verter aceite por el desagüe es muy perjudicial: un litro de aceite contamina 50.000 litros de agua. Sin embargo, al transformarse en jabón se convierte en un producto biodegradable e inocuo.