Como dice la experta en color Lisbeth Larsen, asesora de la marca de pinturas noruega Jotun, "la forma en que la gente piensa y lo que sueña es sorprendentemente similar, viva en Mascate o en Copenhague. Todo el mundo comparte el amor por el color". Como no podía ser de otra forma, esa querencia universal se acompasa con el devenir de las estaciones. El frío modifica nuestros hábitos cotidianos, nos vuelve más "caseros", y eso nos impulsa a introducir ciertas variaciones cromáticas en nuestro hábitat doméstico para que que el cambio de estación también se perciba en los interiores. Pasamos más horas en casa y nos apetece convertirla en un refugio cálido y confortable que se contagia de los colores invernales en armonía con la Naturaleza.

Para "abrigar" la casa en invierno, Lisbeth apuesta por una paleta refinada de de azules profundos –el más sosegado de todos los colores–, grises mármol y marrones leñosos, que son acogedores y representan la robustez. Incorpora los tonos claros de la tierra y la arena, y nos adentra en el bosque, simbolizando la conexión con la tierra por medio de los verdes azulados de las hojas y los charcos de la selva que contrastan con los marrones rojizos de la corteza y las ramas. Recordemos que el verde no es solo el color de la naturaleza y de la salud, sino también el de la fertilidad y la juventud. Mientras que el rojo hace referencia a la vida, a la alegría, a la nobleza y también es el color de los artistas.

Así, la esencialidad del blanco, siempre presente, viene acompañada de una paleta de colores que transmiten calma y serenidad; tonalidades oscuras que invitan al recogimiento y visten con elegancia y un punto de sofisticación no solo las paredes, sino también el mobiliario, las tapicerías y los textiles del hogar.