Su trabajo sin estridencias, alejado del espectáculo, fue una síntesis introvertida, con raíces profundas en la tradición, en los oficios, y alejada del artificio, del éxito fácil. A Coderch se le reconoce el esfuerzo por unificar en un estilo propio en constante evolución tanto elementos del modernismo catalán de Gaudí o Jujol (a quien tuvo de profesor en la universidad) como los de la arquitectura internacional que se consolidaba en Europa; y todo mientras en España el régimen franquista defendía una arquitectura conservadora y monumental.
Para Coderch no era tan importante el resultado formal del edificio como lo que este expresaba de su autor. Él mismo citaba a Louis Sullivan, uno de los arquitectos más influyentes de finales del siglo XIX: “Detrás de cada edificio que ves hay un hombre que no ves”. Sin ir más lejos, no compartía el hecho de que se hablase tanto de la obra de Antoni Gaudí y tan poco de su posición moral y de su dedicación.
Muy probablemente por todos estos motivos, Coderch fue un arquitecto permanentemente insatisfecho: lograr una autoaprobación de su obra era misión casi imposible, siempre tenía en mente maneras de mejorar el resultado e, incluso, trabajaba sobre planos de edificios ya construidos buscando la manera de mejorar la distribución.
Esta actitud inconformista también se refleja en sus incursiones en el diseño de mobiliario, con el que pretendía crear el objeto preciso para cada espacio. En el caso de una de sus creaciones más conocidas, la lámpara Disa o Coderch, nunca dejó de pensar en cómo mejorar su funcionamiento y optimizar los materiales con las que estaba hecha, el acero de los aros y las lamas de plancha de madera que le dan su forma característica.
Sus valores siempre fueron claros: honestidad, seriedad y exigencia máximas en el trabajo, y siempre desde una interpretación del oficio más artesana que artística, más humana que técnica. Este planteamiento llevó a Coderch, en su última etapa, a exigirse el máximo en la búsqueda de la distribución ideal, aquella con suficiente flexibilidad como para que pudiese madurar a medida que sus habitantes lo hiciesen.