Cuando Laura Ortín, fundadora de su estudio de arquitectura homónimo en el centro de Murcia recibió el encargo para el proyecto, se encontró con una vivienda construida en los años 80, aséptica, oscura, con recorridos intrincados, largos pasillos, techos no muy altos y un exceso de tabiques y compartimentos. "Desprendía una atmósfera lúgubre, no tango por la antigüedad, sino por el ambiente", detalla sobre su primera impresión del espacio.
Para su alegría, "los clientes nos encargaron una tabula rasa, es decir, vaciar por completo la vivienda y reestructurarla en su organización y acabados para que se pareciera más a ellos", tal como recuerda. Tras derribar todo y empezar de cero, junto a la arquitecta María Escribano, proyectó una casa urbana con una atmósfera estival de reminiscencias mediterráneas a la que se ha bautizado como Oh, que es la exclamación que se lanza en cuanto se cruza el umbral de la vivienda. "Atendimos a los deseos de nuestros clientes que buscaban tener una casa fresca, agradable y confortable desde nuestras raíces pero con organización de estancias, materiales y geometrías muy contemporáneas".