Es una casa alargada como un ciempiés y casi del todo transparente, escondida en un bosque de árboles altos y frondosos, en los Países Bajos, donde parece que, en cualquier momento, surgirán duendes, elfos y demás seres de cuentos de hadas. En este paisaje misterioso, la casa diseñada por el estudio Inbo se extiende, blanca y acristalada, apegada a la tierra, discreta, como agazapada para no perturbar la belleza del paisaje. Discreta y a la vez orgullosa de sus formas, en su específica relación con el entorno, a través de sus fachadas, una orientada al norte y otra al sur, que crean respectivamente una zona pública y otra privada, un lugar al sol y otro a la sombra.
Un sendero de hierba conduce a la casa desde la calle. Después de atravesar el bosque, el camino lleva a un espacio protegido para los coches donde también se han incluido un almacén, un comedor al aire libre y un estudio. La casa se encuentra algo elevada respecto del terreno, y una rampa y pequeñas escaleras permiten un acceso fácil y envolvente desde el jardín. Un muro de piedra sobresale, estirando la pared lateral de la casa, avanzando sobre el jardín como una especie de abrigo o marca hogareña, de límite o cierre visual de la fachada. Y en verdad, desde el jardín, el largo volumen cristalino “necesita” esa superficie ocre, fuerte, de piedra, que actúa como una invitación a entrar en la casa.
El conjunto está apenas suspendido sobre el terreno y completamente envuelto en una atmósfera de clorofila, con prados de hierba, grupos de arbustos y árboles imponentes. Como si nos hubiéramos colado en un tren aéreo y transparente de película de ciencia-ficción, atravesando los interiores de un extremo a otro de la casa podemos ver el paisaje –el prado, el bosque, el cielo– a un lado y a otro, al norte y al sur. Desde el salón, desde la cocina y el comedor, desde los baños y los dormitorios, a través de paredes de cristal y de grandes ventanales, vemos desfilar paisajes.
Pero lo que en realidad “desfila” ante nosotros y captura nuestra mirada, a medida que recorremos la vivienda, es el paisaje formado por la escena interior y el panorama exterior, en una especie de paseo entre planos (que son cuadros) superpuestos. Vemos una bañera colocada delante del cristal y, más allá, unas vacas rumiantes y plácidas en un prado. Vemos un sofá azul iluminado por una luz plateada y, fuera, una bicicleta azul apoyada en el tronco de un árbol.