Se respira la calma, todo invita al sosiego; nadie diría que este piso en Bruselas se asienta sobre una antigua base militar cerca del barrio de Sablon, el de los anticuarios. "Demolieron los antiguos edificios y construyeron condominios modernos, así que la primera vez que lo vi estaba recién hecho, pero aunque los acabados no eran bonitos, no se trataba de tirar cosas nuevas como el suelo o la cocina, así que las adaptamos. Fue como una operación quirúrgica", cuenta Stef Claes, autor de este proyecto para una pareja de ejecutivos que entonces trabajaba en Singapur y buscaba un pied-à-terre en la capital belga.

Tras extirpar, vinieron los 'injertos'. "Añadimos una serie de elementos para aportar calidez como la chimenea, persianas venecianas de madera, paneles de lino en una pared del salón o una retícula en el techo, que finalmente ha sido un éxito a pesar de que los clientes no veían al principio darle un tratamiento decorativo, como a una quinta pared", continúa. "Le pedimos que fuera contemporáneo, que lo personalizara y que le diera un aire parisino, un lugar donde empaparnos de paz y belleza en medio de la caótica Bruselas –añade la dueña, Charlotte Peters–. El edificio era brutalista por fuera y por dentro los acabados eran muy estándar". No se modificó la distribución de sus 130 metros cuadrados, en una planta prácticamente cuadrada: una entrada con armarios da paso al salón-comedor, junto a este, la cocina, y de un lateral del primero sale un pequeño corredor que conduce a dos dormitorios con baños en suite.

Claes se encargó de la decoración mano a mano junto con la propietaria. "Él sabía que adoramos los espacios minimalistas y la luz de Japón, así que añadió un toque asiático", dice Charlotte. Por supuesto, siempre sobre fondo blanco, o casi. "Los objetos de la vida diaria ya tienen mucho color, así que me gusta crear un lienzo impoluto monocromático". Y en cuestión de luces, también lo tiene claro: "Siempre trabajo con lámparas de Noguchi o Ingo Maurer por su esculturalidad". En el arte siguieron los consejos de Michael Vertessen, amigo de la infancia de Peters y gran coleccionista, para quien Claes ya hiciera una casa de veraneo en la costa belga. Vertessen es un gran coleccionista, que les consiguió las piezas que mejor encajaban en los espacios, como el tapiz del comedor, que pone una nota de color en medio de la quietud cromática.

Decía Le Corbusier que la casa es una máquina que debe emocionar. Esta lo hizo. Durante la obra, arquitecto y propietarios, que vivían en Singapur, se comunicaron por medio de las nuevas tecnologías, pero no estaban preparados para el efecto real. Ambos cuentan que lloraron emocionados al verlo acabado. Ya preparan juntos una nueva.