La zona de Turó Park, en el distrito de Sant Gervasi, quizá sea uno de los barrios más arty de Barcelona (con permiso de Poblenou que se está convirtiendo en un auténtico hervidero de estudios de artistas). Cercano al Eixample y a Gracia, y con restaurantes y tiendas donde hacer vida de barrio, cabe preguntarse quién no querría vivir aquí, en una de las mejores zonas, en la que edificios de los años veinte conviven sin problema con locales de diseño contemporáneo.
Por si la inspiración del cercano parque no fuera suficiente (con un paisajismo que incluye tilos, magnolios, palmeras datileras y caminos y parterres repletos de esculturas dedicadas a grandes nombres de la cultura catalana), el interiorista Álex March ha sumado sus propias filias, influencias y saber fer y ha creado un proyecto de interiorismo que es una auténtica obra de arte.
En toda la vivienda queda patente, de forma bastante sutil, un carácter mediterráneo muy vivo y cálido (tiene que ver en ello la cantidad de luz natural y su reflejo en el suelo de parquet de madera maciza de roble), enriquecido con una mezcla de influencias europeas y étnicas, principalmente africanas. Todas las alfombras, proceden de Irán o Turquía, y aportan un toque de original diseño. Lo cierto es que la casa respira color, algo habitual en gran parte de los trabajos del estudio de Álex March.
Cómo salvar los muebles y aplicar con éxito un estilo étnico y a la vez moderno
Haciendo gala de una de sus señas de identidad, la capacidad de mezclar estilos en un equilibro que, sobre el papel, parecería un pastiche sin sentido, March consigue salvar los muebles, -nunca mejor dicho-, y conseguir que confluyan en armonía el arte figurativo, el surrealismo y el expresionismo con la abstracción en obras de arte y piezas de artesanía y mobiliario más que singulares. Esta singularidad viene dada porque algunas de estas piezas son únicas, bien porque son obra de autores poco conocidos o directamente desconocidos, o porque combinan perfectamente con piezas de relumbrón de autores europeos icónicos del siglo XX como Gaudí, Charlotte Perriand o los arquitectos Federico Correa y Alfonso Milá, presentes en el salón con una lámpara verde de mesa de la serie Bach, diseñada en 1970.
Por otro lado, está la exclusividad de lo hecho a medida, de las piezas que se crean específicamente para un proyecto. En este caso, destacan las lámparas diseñadas por Omar Sherzad de Omalight, y la gran mayoría de los cuadros, que llevan la impronta del artista mallorquín Iñaki Moreno. Un poco de contemplación de expresionismo abstracto, ya sea en casa o en museo, nunca está de más.
No vamos ni a intentar disimular el entusiasmo que produce encontrarse con el icónico banco Batlló (una reproducción fidedigna y numerada de uno de los muebles proyectados para el comedor principal de la Casa Batlló), diseñado por Antoni Gaudí, en un salón de estas características, con reminiscencias africanas. Esta magnífica pieza hace las veces de moderador silencioso pero efectivo entre el salón y el comedor. Quién hubiera podido imaginarse que una mesa de Salvador Dalí y un mueble de Antoni Gaudí se llevarían tan bien. Otra idea descabellada de March que, sin embargo, funciona a todos los niveles estéticos y funcionales.
La mesa de centro, de de 190 cm de largo, tiene una intrahistoria que es digna de mención. Fabricada en latón con pie en forma de mano y pierna con zapato de tacón, es un diseño extraído del cuadro Femme à tête de roses (1935), sobre la que destaca un huevo en mármol de Carrara (si quieren verla en dos dimensiones, tendrán que acercarse hasta la Kuntshaus de Zúrich). Para aquellos interesados en el pintor de Figueres, un dato extra: BD Barcelona también editó una silla, la Leda Armchair-Sculpture, presente en el mismo cuadro y reproducida con la misma fidelidad que el original.
En la cocina se ha optado por la mesura del blanco con una encimera de Corian (una material fabricado a partir de resinas acrílicas y minerales naturales) y ventanas con carpintería de madera original decapada y con barniz transparente. Un suelo de microcemento gris, uno de los materiales preferidos por los interioristas para las zonas húmedas de la casa y unas baldas de obra como espacio de almacenamiento completan la estancia en forma de u.
A pesar de lo arriesgado de la propuesta decorativa de la vivienda, o precisamente por ello, en el dormitorio se optó por lo sencillo y lo humilde, ambos valores necesarios para el descanso mental y físico. La ausencia de cortinas para aprovechar la luz natural, y una apuesta por una gama cromática en tonos claros, blancos, crudos unido a los distintos tonos de la madera natural en el mobiliario hacen de esta estancia un refugio donde lo apacible es sinónimo de elegancia.