La Casa de la Sevillana, como la denomina el catálogo de bienes históricos de Sisante, consiste en una imponente casa palacio del siglo XVII que antiguamente ocupaban el cura o el farmacéutico y ha sido rehabilitada por las arquitectas Ara González y Noa González, de eGa Arquitectos.
El propietario es un joven empresario, ingeniero agrónomo y propietario de la empresa de cultivo de pistacho Cultisol, vinculado a Sisante, que deseaba dar nueva vida a la casa familiar. En intervenciones anteriores había perdido la esencia del edificio original, como las columnas de la galería y el entramado de vigas de la planta superior que permanecía oculto tras un falso techo. Ara y Noa González han diseñado un proyecto que respeta el pasado de la casa y la adapta a un uso actual.
"Uno de los aspectos principales que propusimos al cliente fue situar la cocina en el centro de la vivienda, en lo que antaño era una alcoba sin iluminación ni ventilación. Esta estancia se conecta con las cámaras adyacentes y con la galería, transformando totalmente este espacio introduciendo luz y versatilidad de uso", nos comentan.
Las obras comenzaron en 2017 para culminar en 2022 y han consistido en intervenir una superficie total de casi 700 metros cuadrados. Para ello, ha sido necesario realizar un estudio arqueológico, por Carlos Caballero y Ernesto Agustí, y llevar a cabo un estudio topográfico, por Roberto Gómez, además de contar con la colaboración de Reuqav Ingenieros. El constructor es Coheca / Hermanos Carrillero Parreño.
Para las arquitectas, "el proyecto sustrae más que añade, eliminando algunos desaciertos realizados en intervenciones anteriores y tratando de espetar la esencia de la vivienda original".
Lo más sorprendente de la histórica construcción es la portada que preside la fachada que se ha conservado en perfecto estado y que da paso a una vivienda en la que se distinguen "tres cámaras longitudinales con gruesos muros de carga, organizados en torno a un patio central", indican.
En la planta baja cuenta con una galería con columnas de piedra y, en la planta superior, con un entramado de vigas de madera. La restauración ha puesto en valor estos elementos de la arquitectura popular vernácula al dejar las columnas exentas y situar la galería acristalara retranqueada "para fomentar la relación entre interior y exterior", comentan.
Con el objetivo de recuperar la esencia de la vivienda se han empleado, según añaden, "siete estrategias: sustracción, reparación, mejora energética, actualización, incorporaciones contemporáneas, construcción local y encuadre selectivo".
En este sentido, se han eliminado los elementos que desvirtuaban la singularidad de la construcción, como falsos techos, cerramientos de huecos o rejas interiores. La reparación de elementos en mal estado ha consistido en el cosido de grietas, la eliminación de ménsulas que no existían en origen y la supresión de balcones no preexistentes e inseguros. Uno de los capítulos abordados ha sido el de la mejora energética que se ha centrado en aislar la cubierta, incorporar protecciones solares tradicionales, añadir instalaciones eficientes, entre otras medidas.
La obra se ha realizado gracias a los trabajos de oficios locales y priorizando los materiales de proximidad. Por ejemplo, las tejas se han repuesto con piezas procedentes de demoliciones de la zona, las baldosas de cerámica procede de un artesano cercano, al igual que las carpinterías, la pintura, la piedra y las protecciones solares. Además, la mayor parte de los detalles interiores los ha realizado el herrero que arregla las máquinas agrícolas del propietario en el campo, para reducir costes.
Todo el mobiliario y los detalles de interiorismo han sido diseñados también por las arquitectas co el objetivo de minimizar el presupuesto.