​​Sa Ràpita es un pueblo costero al sur de Mallorca. Aunque está lo suficientemente cerca de Palma (ambas localidades están separadas por algo más de 40 km) es un lugar tranquilo y de carácter residencial, con impresionantes arenales y vistas a la isla de Cabrera. 

Con estas pinceladas, es fácil entender por qué fue el lugar elegido por el arquitecto Jaime Company para establecer su domicilio en una preciosa casa de playa en Mallorca. Indaguemos en el nombre del lugar, cuanto menos revelador: el nombre de La Rápita, viene del término "rábida" o "ribāṭ", que en árabe significa «ermita fortificada». En España se conocía con este nombre a un edificio fortificado con una función doble: por un lado era una fortaleza y un puesto de vigilancia, y por otro, un monasterio consagrado a la oración. Ahora estamos en el siglo XXI y la parcela donde se ubica la vivienda curiosamente tiene forma rectangular y dimensiones reducidas, haciendo esquina. Ideal para "vigilar" la costa, pero sobre todo, una vez se echa un vistazo a su interior, perfecta para el descanso y el recogimiento. 

Hemos encontrado el solar mejor aprovechado de Mallorca.

La construcción de 'Namime House' no fue fácil. Las ordenanzas municipales de la zona exigen separar la vivienda de la calle y de las parcelas vecinas. Por tanto, una vez realizadas las separaciones obligatorias, la vivienda resultante disponía únicamente de 3 metros de anchura. Este fue el punto de partida para Company Studio: conseguir encajar la distribución en un espacio tan estrecho. 

Sin embargo, a veces son las limitaciones impuestas las que hacen brillar un proyecto. Y este solar de 190 m2 tenía enormes posibilidades. ¿Se acuerdan del más famoso bloque de mármol de la historia del arte? Uno que nadie quería, por la dificultad que entrañaba esculpir en él partiendo de unas medidas tan estrechas. El atrevimiento de Miguel Ángel lo convirtió en una de las esculturas más bellas de todos los tiempos: el David. Salvando las distancias, esta casa también es el resultado de ideas aplicadas con el mejor criterio arquitectónico, que han convertido sus "defectos" en toda una declaración de intenciones: cuánto más difícil, mayor la satisfacción. Así trabajan (y viven) los mejores arquitectos.