Gunnamatta House ha sido un proyecto en el que la sutileza ha jugado un papel relevante. Tanto para la relación de la casa con el entorno como a la hora de conjugar las diversas sensibilidades de sus propietarios, la pareja formada por Troy Maine –oriundo de Sídney– y la española Laura Borderias. Empecemos por lo primero. La vivienda se ubica al sur del distrito financiero de la metrópoli australiana, mirando a la bahía de Cronulla. Un emplazamiento tan privilegiado podría tentar a plantear una relación dentro-fuera demasiado directa y obvia; pero ese no es el estilo del arquitecto de origen chileno Jorge Hrdina.
"Lo que me gusta al diseñar una casa es crear una idea de recorrido que implique cierto suspense, generar secuencias que van revelando paulatinamente lo que depara el interior", afirma. En este caso, él ha optado en la planta baja, donde se ubican la cocina, el salón y el comedor –en el superior se encuentran cinco dormitorios más un estudio– por una sucesión de niveles escalonados –nada menos que diez, a los que hay que sumar otros cuatro en el exterior– que, como una suave cascada, conducen y enfocan la mirada hacia a la terraza. Esa sutil separación de ambientes en un espacio de planta abierta también se ha logrado por medio de la materialidad y la paleta cromática. Y es en este aspecto donde ha entrado en juego el acervo cultural de Troy y Laura.
El briefing de la pareja era conectar el estilo de vida casual y proyectado al exterior de Sídney, donde se crió Troy, con un look europeo que evocase la procedencia de Laura. El enfoque tanto del arquitecto como del estudio Akin Atelier, encargado del interiorismo, ha consistido en inyectar elementos de la personalidad de ambos y de sus viajes, preservando en todo momento la sensación de refugio y calma de la vivienda. Para Kevin Ho, de Akin Atelier, los materiales empleados en Gunnamatta House están allí para contar una historia. "El recorrido de la casa es una secuencia de paletas cambiantes que proporcionan una sensación de separación sutil y complementan los rituales diarios de la familia, a la vez que conectan con las vistas de la bahía", dice.
La cocina, con su mobiliario a medida de nogal con detalles en bronce y la impresionante isla de mármol y cuarcita, establece la escena, que luego se prolonga en elementos como la pared de piedra caliza de la zona tallada a mano en un rincón del salón, los suelos de cemento pulido y el ratán y la arpillera de lino –un guiño a la iconografía mediterránea– en el mobiliario y los paramentos de madera. Para Jorge Hrdina, esa combinación de materiales y acabados evoca el estilo colorido, con un punto de "extravagancia y casi rimbombante", que él asocia a la arquitectura y la cultura españolas. El resultado de ese diálogo refinado de influencias y sensibilidades refleja tanto la procedencia diversa de los propietarios como la vida en común que ahora disfrutan en este excepcional enclave.