Aunque el primer prototipo databa de 1918, fue en 1923 cuando el diseñador de muebles y arquitecto holandés Gerrit Thomas Rietveld aplicó los tres colores básicos (rojo, azul y amarillo) que, juntamente con el negro, convirtieron la Red Blue Chair en una pieza icónica del diseño del siglo XX. La silla formaría parte de una revolucionaria vivienda, ideada a base de paredes correderas y espacios flexibles, que Rietveld diseñó de la mano de su dueña, Truus Schröder. Finalizada en 1924 y situada en lo que entonces eran los márgenes de Utrecht, la casa Rietveld Schröder fue residencia de la familia propietaria hasta 1985. Declarada Patrimonio de la Unesco en 2000, su visita ha convertido a la ciudad holandesa en un destino ineludible para los amantes de la arquitectura moderna. Aunque no es el único aliciente por el que vale la pena acercarse aquí.
AUDACIA Y AMBICIÓN
Solo hace falta poner un pie en la estación central para descubrir ese talante innovador que respira la urbe. Bajo una majestuosa cubierta ondulante, el mayor hub de transportes del país, donde convergen trenes, autobuses y tranvías, responde al proyecto del estudio holandés Benthem Crouwel Architects. Inaugurada en 2016, Utrecht Centraal acoge bajo su subsuelo el estacionamiento para bicicletas más grande del mundo (casi 13.000 caben en él), un prodigio de aires futuristas concluido en 2019 obra de otro estudio, Ector Hoogstad Architecten. Su esquema inserta tres plantas bajo tierra, combina materiales duraderos alternando hormigón, acero y madera, y cuenta con un sistema digital que guía en la búsqueda de una plaza libre y el acceso al exterior.
De nuevo en la calle, un dosel blanco en forma de panal marca el acceso al centro comercial Hoog Catharine y al nuevo Ayuntamiento. El estudio de arquitectura Kraaijvanger ha diseñado un edificio para las oficinas municipales que redibuja el skyline de la ciudad, con una distintiva fachada blanca y una estructura moldeada por la luz que desafía la gravedad. Una apuesta arriesgada que confirma la ambiciosa visión de futuro que las autoridades locales tienen para la ciudad. Ya lo demostraron en 1996, cuando seleccionaron a EMBT, el estudio de Enric Miralles y Benedetta Tagliabue, para acometer la delicada ampliación de la sede del Ayuntamiento. La última obra del celebrado Miralles, inaugurada el mismo año de su fallecimiento (2000), configura otro hito arquitectónico: es un puzle que integra los edificios preexistentes, recupera con inteligencia elementos arquitectónicos rechazados en sucesivas reformas y mezcla estilos.
POLO EDUCATIVO
Con un 20% de la población forma da por estudiantes, aquí conviven la universidad más grande y prestigiosa de los Países Bajos, un gran número de instituciones educativas y más de 70.000 alumnos. Utrecht Science Park, el campus universitario situado al este de la ciudad, es otro destino imprescindible. En 1986 se encargó a OMA la definición de un plan maestro para densificar la expansión del recinto. El despacho liderado por Rem Koolhaas aportó un edificio de contundentes curvas (Educatorium, 1995) y, desde entonces, no han cesado las nuevas incorporaciones. Schmidt Hammer Lassen firmaron una de las más recientes (HU University of Applied Sciences, 2018) y Marlies Rhomer formalizó la pieza más fotografiada: la residencia estudiantil Smarties (2007), que envuelve 400 apartamentos con una fachada de paneles multicolores. En una urbe que parece creada para los estudiantes, estos pueden hincar los codos entre muestras
de la arquitectura más vanguardista y también, sin moverse del centro, en lo que antaño fuera el edificio de correos. La rehabilitación en 2020 de Post Utrecht, a cargo de Rijnboutt y Zeca Architecten, ha transformado un monumento nacional en una céntrica biblioteca. Un brillante ejemplo de cómo asimilar el pasado sin dejar de pensar en el futuro.
LA CASA ESCONDIDA
Un paseo por Utrecht no puede darse por finalizado sin acercarse a una construcción camuflada tras una tranquila plaza del centro medieval: Van Schijndel Huis. La casa proyectada por el arquitecto Mart van Schijndel (1943-1999) se convirtió, el mismo año de su muerte, en el edificio más nuevo integrado en la lista de Monumentos Municipales. Su visita nos descubre la obra de un practicante del posmodernismo holandés que encontró, en un terreno triangular, una página en blanco donde dar forma a su propia vivienda. Finalizada en 1993 y reconocida con el Rietveld Prize en 1995, en ella se combinan los muebles a medida creados por el arquitecto con dos butacas rojas Utrecht que Gerrit Thomas Rietveld firmó en 1935 y que la firma italiana Cassina sigue produciendo en la actualidad. El legado de Rietveld continúa brillando como la mejor muestra del diseño moderno.