Del 30 de marzo al 10 de junio la Fundación Cartier para el Arte Contemporáneo presenta Freeing Architecture, la primera gran exposición individual dedicada al trabajo de Junya Ishigami (Japón, 1974), cuya sensibilidad y concepción poética de la arquitectura, en la que el paisaje cobra un protagonismo propio, está detrás del aplauso de la crítica.
La exposición da a conocer 20 de sus proyectos arquitectónicos en Asia y Europa, presentados mediante una serie de modelos a gran escala, acompañados de películas y dibujos que documentan sus diferentes etapas de concepción, trabajo y construcción. Freeing Architecture también profundiza en su más reciente investigación sobre función, forma, escala y medio ambiente en la arquitectura.
Ishigami encuentra la inspiración para sus proyectos en el mundo natural. Un imaginario limpio, sin limites, que no distingue entre exterior e interior. Enmarca su trabajo en el entorno y dibuja con virtuosismo escenarios de ensueño, denotando una sensibilidad que no pelea por imponerse en el contexto.
Muchas de sus cualidades son una consecuencia de su educación en la Universidad de Las Artes de Tokio y su posterior experiencia en el estudio SANAA. Tiempo después, y propio de su espíritu solitario, fundó junya.ishigami + associates en 2004 para desarrollar con independencia y libertad empresas más ambiciosas. Según Ishigami, "la arquitectura puede formarse naturalmente, como una piedra construida a lo largo del tiempo, a través de la sedimentación y la erosión”.
Entre sus proyectos a gran escala se encuentran la construcción del Taller del Instituto Tecnológico de Kanagawa en Japón, notable por su ligereza y continuidad entre el espacio interior y el entorno circundante. O el diseño de la Casa de la Paz en Copenhague, un edificio en forma de nube que descansa sobre el mar como símbolo de paz.
Diseñada como un proyecto arquitectónico, la exposición se adapta al entorno para el que fue concebido: el edificio, obra de Jean Nouvel, rodeado por el jardín de Lothar Baumgarten. La exposición, cuidadosamente escenografiada, crea un nuevo paisaje en cada habitación para que el visitante viaje por un sinuoso camino descubriendo infinitamente nuevas perspectivas de la obra del autor.
Los modelos, lejos de ser herramientas previas a la construcción, se concibieron para la ocasión como muestra de lo importante que es para ambos artífices, fundación y arquitecto, transmitir una experiencia sensorial. Las maquetas son diferentes en cuanto a materiales, tamaños y nivel de detalle, pero en todas se puede apreciar el nivel de maduración necesario para desarrollar proyectos técnicos y experimentales con una carga poética que adquiere la categoría de performance.
Trasladar conceptos tan abstractos como los que maneja Ishigami requería una exposición que no tuviera miedo de crear una simbiosis con la obra y permitirse que tamaños, espacios y elementos vivieran en armonía. Un buen ejemplo de ello es la gigantesca maqueta de la Capilla del Valle con curvas sugerentes y la estructura de la pequeña casa cuyas plantas resalta con un jardín hecho con plantas reales. Los espacios abiertos se han resuelto con la yuxtaposición de inmensos collages y dibujos que dotan al ambiente de un sentimiento de inmersión.
Los distintos modelos están agrupados pos afinidad en dos grandes grupos: el mundo de la infancia y los fenómenos de las nubes, división atrevida de una obra que alardea de riqueza y complejidad y rechaza la posibilidad de adherirse a un estilo único. No se acomoda en la técnica o la estética preconcebida porque las entiende como un lastre que le impiden crear con esa codiciada libertad que persigue desde sus primeros proyectos.
La aparente sobriedad de sus edificios oculta deliberadamente la complejidad técnica de sus construcciones. Un ejemplo de ello está en su trabajo Casa y Restaurante, en Japón, donde el suelo del propio edificio es un molde para una estructura de hormigón. También presume de sus destreza cuando en el Art Biofarm trasplantó un bosque entero destinado a su tala para componer un paisaje de ensueño salpicado de árboles y estanques. Junya Ishigami es el autor de una obra imbuida de poesía y simplicidad, detrás de la cual se encuentran los verdaderos desafíos técnicos, puestos al servicio de una exploración del lugar del ser humano dentro de la construcción arquitectónica.