Nadie mira la arquitectura como Federico Babina. Asentado en Barcelona desde hace años, este ilustrador y diseñador gráfico italiano, licenciado en Arquitectura, lleva los edificios de las tres a las dos dimensiones y ahí los adentra en narrativas surrealistas donde él es dueño y señor de hacer con ellos lo que le viene en gana. Y la tortura a la que los somete no nos puede divertir más: la catedral de Brasilia la convierte en un avestruz; a los Beatles, en una fábrica; a Tim Burton, en una destartalada casa de madera; y a un cuadro de Mondrian, en un museo. Según Babina, todos en algún momento hemos intentado interpretar una nube. Él, sencillamente, se lo pasa igual de bien buscándole a la arquitectura formas insólitas. Así es normal que le cuesta definirse: "A veces soy un arquitecto que disfruto dibujando y otras un ilustrador al que le apasiona la arquitectura".
Ahora es el turno de los niños. Su nueva serie se titula Architales y casi se podría decir que estaba tardando, puesto que en muchas de sus ilustraciones –sobre todo en las que le han dado fama– se respira la estética de los cuentos ilustrados de los años 50 o 60, y no en vano afirma: "Todos los días trato de redescubrir el mundo con los ojos de un niño". Estos arquicuentos, 17 en total, son para Babina "un homenaje al universo de los cuentos de hadas, que como la buena arquitectura tienen magia y misterio, y se apoyan en una sólida estructura. Como cualquier obra de arte, encierran la máxima profundidad en la máxima simplicidad".
Robin Hood, Pinocho, Aladino y Alacia en el País de las Maravillas, entre otros personajes míticos, se transforman en edificios que revelan parte de la historia, si bien el ilustrador se permite licencias de todo tipo. Robin Hood es una casa en el árbol muy contemporánea. Pinocho, claro, es una casa de madera a dos aguas de la que sale un largo mirador: su nariz. Aladino es una casa-lámpara. Y los bajos de la casa de Alicia representan un laberinto. "Cuando empecé como arquitecto visitaba las casas y los castillos que habían servido de escenario a los cuentos de hadas. Las ventanas iluminadas en la noche oscura que ocultan secretos y sorpresas, así como los objetos que se transforman y cobran vida, fueron para mí un preludio al universo de la arquitectura y el diseño. Aquellos dibujos de paisajes y ciudades exóticas fueron mi primera aproximación al dibujo y la arquitectura", cuenta Babina, que cuando era un niño quería ser arquitecto y ahora que es arquitecto, a veces, le gustaría volver a ser niño.