La orden ejecutiva relativa a la 'arquitectura bonita' es solo uno de los 41 decretos emitidos por el presidente el pasado 20 de enero, día de la toma de posesión. Sin duda, el de la retirada del Acuerdo de París, el fin de derecho de asilo o el indulto general por el asalto al Capitolio son mucho más importantes y definen la posición internacional del país en temas fundamentales como el cambio climático o la inmigración, pero el de los 'edificios bonitos' es también una manera de hacer política y una herramienta más para cumplir con su lema de campaña: Make America Great Again (MAGA). Con él, Donald Trump pretende promover el uso de la arquitectura "tradicional y clásica" en los edificios cívicos para "ennoblecer a Estados Unidos". Para el arquitecto Moisés Royo, fundador del estudio Muka Arquitectura y que ha estudiado en la Universidad de Columbia, en Nueva York, "decir que un estilo es bonito o feo significa imponer un juicio arbitrario sobre la opinión de la sociedad americana".

Fachada de la Corte Suprema de Estados Unidos en Washington DC

Fachada de la Corte Suprema de Estados Unidos en Washington DC

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"Por la presente, ordeno al gestor de la Administración de Servicios Generales, en consulta con el asistente del presidente para Política Interior y los jefes de departamentos y agencias de Estados Unidos cuando sea necesario, que me presenten en un plazo de 60 días recomendaciones para avanzar en la política de que los edificios públicos federales deben (…) respetar el patrimonio arquitectónico regional, tradicional y clásico con el fin de elevar y embellecer los espacios públicos y ennoblecer a Estados Unidos y nuestro sistema de autogobierno", dice la orden. Entre otras cosas, el decreto reclama recomendaciones sobre cómo actualizar los principios que guían la arquitectura federal, que datan de 1962.

Edificio Federal Robert C. Weaver (1968), de Marcel Breuer. Oficinas del Departamento de Vivienda y Desarrollo urbano, Washington D.C.

Edificio Federal Robert C. Weaver (1968), de Marcel Breuer. Oficinas del Departamento de Vivienda y Desarrollo urbano, Washington D.C. 

Gunnar Klack / Wikimedia Commons

Un decreto que no es nuevo y que ya resultó polémico

Durante su primer mandato, Trump ya emitió un decreto similar a este, que Joe Biden revocó en febrero de 2021 al poco de asumir la presidencia del país –las órdenes ejecutivas que emiten los presidentes no necesitan la aprobación del Congreso, pero cualquier presidente puede revocarlas–. De hecho, aquella primera orden ejecutiva de Trump, que ya buscaba fomentar la arquitectura clásica, prohibía literalmente que los edificios cívicos se construyeran en estilo brutalista, deconstructivista, o derivados de ellos, por no satisfacer los (sus) estándares de belleza. El American Institute of Architects (AIA) la criticó fuertemente y reclamó a sus miembros que firmaran una carta abierta a la administración Trump. Para Royo, lo que realmente pretende el presidente ahora es "ocultar los verdaderos significados que comunica la arquitectura clásica, como solidez, atemporalidad, equilibrio y proporción, entre otros".

Centro de datos de Amazon en Oregón

Centro de datos de Amazon en Oregón

Tedder / Wikimedia Commons

Grandes y monolíticos: así son los edificios ‘bonitos’ para Trump

Al respecto de la orden de Trump, y bajo el título de Trump wants beautiful architecture. His legacy will be data centers, el diario The Washington Post vaticinaba en un artículo publicado hace solo unas semanas el potencial legado arquitectónico del presidente. El periódico contaba como Trump había alabado en una conferencia de prensa al día siguiente de asumir el cargo la estética "monolítica y sin cara" de los centros de datos de IA, con fachadas paneladas, sin apenas ventanas y con entradas mínimas en comparación con el volumen del edificio.

Edificio federal de San Francisco (2007), un proyecto de Morphosis

Edificio federal de San Francisco (2007), un proyecto de Morphosis

HaeB / Wikimedia Commons

"Los buenos edificios triunfan porque son legibles o transparentes, y a menudo ambas cosas", decía el artículo, para concluir que la nueva orden ejecutiva "limitará en gran medida los lenguajes modernistas que hacían de la transparencia la virtud central del diseño, a menudo utilizando grandes paredes de cristal para señalar la apertura y el acceso al gobierno (…). Esto se consideraba tan importante que, incluso después de los atentados terroristas del 11-S, los edificios federales se diseñaron o modernizaron con vidrio resistente a ataques con explosivos". ¿Qué hubiera sido de los juzgados Wyane Lyman Morse en Eugene, Oregón; o del edificio federal de San Francisco (en la foto superior), ambos proyectados por Morphosis hace ya 20 años, de haber gobernado Trump? Diseñados desde una perspectiva sostenible, seguramente ninguno se habría llevado a cabo.

Detalle de la fachada del Edificio del Capitolio, Washington DC

Detalle de la fachada del Edificio del Capitolio, Washington DC

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La arquitectura como frente de guerra

Como decíamos, en Making Federal Buildings Beautiful Again (nombre del primer decreto), brutalismo y deconstructivismo, y estilos derivados, estaban prohibidos (literalmente) porque, para el presidente, no son bonitos, tal cual se concluía de la lectura del documento. A raíz de aquello, en un brillante artículo de opinión en la revista Frieze, el escritor y periodista Will Willes reflexionaba sobre lo que realmente pretendía Trump.

Willes decía: "puede que 'belleza' sea una de sus palabras favoritas (de Trump), pero este es el tipo que, cuando en 1980 demolió los antiguos grandes almacenes Bonwit Teller de Nueva York para despejar el camino a la Torre Trump, uso taladros neumáticos con las esculturas art déco en lugar de donarlas al Museo Metropolitano de Arte. (…) Con el borrador de la orden ejecutiva Make Federal Buildings Beautiful Again, (…), la arquitectura se ha convertido en el nuevo frente de las interminables guerras culturales de Estados Unidos, con las tropas de asalto de MAGA haciendo cola para explicar cómo la civilización misma está en peligro debido al uso del muro cortina. Mucha gente está enfadada, que es precisamente el objetivo de una guerra cultural: enfadar a la gente y mantenerla enfadada", escribía Willes. Nada ha cambiado desde entonces y el artículo de Willes sigue estando hoy, cinco años después, igual de vigente.

El arquitecto español Rafael Moneo (Premio Pritzker, 1996)

El arquitecto español Rafael Moneo (Premio Pritzker, 1996)

Germán Saiz

Estados Unidos apuesta por el talento en general

Para Royo, conviene evitar juzgar a los americanos por sus líderes. "Gran parte la cultura americana, y en particular la arquitectura, explora nuevos horizontes en los que esta se convierte en un paradigma de la técnica, de los materiales y de la aportación de nuevos significados en aras de una relectura de la identidad del país. No podemos olvidar que las universidades americanas apuestan por el talento en general. El director de la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Columbia es el español Andrés Jaque. Y no ha sido el primero. Josep Lluís Sert, y posteriormente Rafael Moneo, lo fueron de la de Harvard. Los buenos han pasado por América. Es necesario para entender el mundo en el que vivimos. Estados Unidos retiene y potencia el talento de aquellos que abogan por encontrar formas mejores de entender la arquitectura. Eso es América; al igual que lo es Trump".