Debe ser difícil acostumbrarse a un espacio más "doméstico" después de haber disfrutado de toda una Casa Blanca de cuatro a ocho años –excepto la famosa ala oeste, donde están las oficinas del personal adscrito a la presidencia–, pero como todo hijo de vecino los ex presidentes de Estados Unidos tienen o han tenido su propio domicilio particular, y a él han regresado cuando su mandato ha acabado. Algunos lo han hecho a su casa de toda la vida; otros han aprovechado el prestigio del cargo y las conexiones políticas y económicas para adquirir en condiciones ventajosas una nueva propiedad y fijar en ella su nuevo hogar. El lugar de procedencia o de residencia marca bastante el estilo arquitectónico, por lo demás bastante tradicional sea cual sea el color político o la diferencia generacional. Sorprendentemente, el más "osado" a la hora de elegir una casa de corte contemporáneo fue el único presidente que no fue elegido, Gerald Ford, quien desde su discreta condición de vicepresidente tuvo que dar a un paso al frente tras la renuncia de Richard Nixon por el caso Watergate, y solo gobernó dos años.