En los últimos años, el Premio Pritzker, el "Nobel" de arquitectura, ha reenfocado sus preferencias hacia visiones más comprometidas en lo social, lo medioambiental y el diálogo entre pasado, presente y futuro, reconociendo el trabajo de figuras como Shigeru Ban (2014), Alejandro Aravena 2016), RCR Arquitectes (2017), Balkrishna Doshi (2018) o Grafton Architects (2020). Por eso, los franceses Anne Lacaton y Jean-Philippe Vassal figuraban desde hace tiempo en las quinielas de candidatos a recibir el prestigioso galardón, que finalmente les ha llegado con total justicia.
Tanto en sus proyectos públicos como privados, sean casas, viviendas sociales, espacios culturales y desarrollos urbanos, el dúo francés se ha caracterizado siempre por reexaminar el concepto de sostenibilidad apostando decididamente por preservar lo existente e integrarlo en lo nuevo, revalorizando estética y funcionalmente lo sencillo y lo austero. Adhiriéndose al precepto de "nunca demoler", llevan a cabo intervenciones limitadas que actualizan infraestructuras obsoletas a la vez que realzan las características duraderas y atemporales del edificio resultante.
Según el veredicto del jurado, Lacaton & Vassal "no solo han definido en enfoque arquitectónico que renueva el legado del modernismo, sino que también han reformulado el propio oficio de la arquitectura. Su trabajo responde a la emergencia climática y ecológica, así como a las urgencias sociales, especialmente en el ámbito de la vivienda urbana. Lo consiguen por medio de un potente sentido del espacio y los materiales que crea una arquitectura tan fuerte en su forma como en sus convicciones, tan transparente en su ética como en su estética".
Para Jean-Philippe Vassal, "nuestro trabajo trata de solucionar las limitaciones y los problemas, y de encontrar espacios que generen usos, emociones y sentimientos. Al final de todo este proceso tiene que haber ligereza y simplicidad donde antes había complejidad". Por su parte, Anne Lacaton añade que "transformar es una oportunidad de hacer más y mejor con lo que ya existe. Demoler es una decisión fácil y cortoplacista. Es un desperdicio de muchas cosas: de energía, de material y de historia. Es más, tiene un impacto social negativo. Para nosotros, demoler es un acto de violencia".
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