Los ríos, lagos y pozas naturales han sido desde tiempos inmemoriales la mejor opción para un baño refrescante y saludable. Ahora es posible recuperar a escala doméstica la agradable sensación de zambullirse en un agua pura y limpia gracias a las piscinas naturales. A diferencia de las piscinas convencionales, que recurren a costosos tratamientos físico-químicos para su mantenimiento –entre ellos el cloro, una sustancia que puede provocar irritaciones en la piel, los ojos y las mucosas–, las piscinas naturales o ecológicas utilizan los mismos recursos de la naturaleza para producir un agua transparente y saludable: plantas, luz y gravas. De este modo reproducen un ecosistema vivo a pequeña escala que se autorregula solo y además se integra mucho mejor en el entorno.
El funcionamiento de una piscina natural se basa en la depuración con plantas o fitodepuración. Con su aporte de oxígeno, las plantas favorecen la proliferación de microorganismos que descomponen los restos orgánicos que entran en el agua –hojas, polen, escamas de piel, etc–, los cuales, a su vez, sirven de nutrientes para las plantas. Al mismo tiempo, la grava actúa como un filtro natural que retiene las partículas en suspensión en el agua.
En una piscina natural la lámina de agua se divide en dos partes, una para el baño y la otra para la depuración, ocupada por las plantas y las gravas. Esta última abarca cerca de un 15% de la superficie de la lámina de agua total. Ambas pueden compartir un único vaso –el caso más común en las piscinas particulares– o ubicarse en zonas independientes, solución recomendable cuando se trata de adaptar una piscina preexistente a un sistema de depuración natural. En los dos casos el agua circula por ambos vasos gracias a un sistema de recirculación.
En principio, cualquier piscina convencional se puede naturalizar. Si no se dispone de suficiente espacio o no se quiere ocupar más superficie de parcela para añadir una zona de fitodepuración, esta deberá integrarse en el vaso existente, reduciendo el espacio para el baño. También se puede reaprovechar el sistema de recirculación del agua, pero no así la instalación de tratamiento físico-químico.
Según fuentes de la firma BioNova, las piscinas naturales tienen un precio similar por metro cuadrado al de las piscinas convencionales, pero el gasto en energía y mantenimiento es inferior a lo largo de los años; sin olvidar que junto con la piscina se está construyendo también un agradable jardín acuático. El coste de una piscina de unos 25 m2 ronda los 10.000 euros.
En el norte de Europa las piscinas naturales son ya una realidad asentada desde hace décadas. En Alemania este tipo de instalaciones supone ya el 60% de las piscinas públicas. Sin embargo, en España todavía no están reguladas. Conscientes de ello, el Grupo Ibérico de Aguas de Baño Naturalizadas (GIABN) ha elaborado unas directrices para las instalaciones de baño con tratamiento biológico atendiendo principalmente a parámetros sanitarios que garanticen la seguridad de los bañistas y los requerimientos de mantenimiento.