Fue oficial de la Marina Mercante antes de dedicarse al diseño y al arte. "Lo decidí después del bachillerato porque me gustaba el mar por encima de todo y buscaba aventuras". Pero fue en Portugal donde la cerámica se cruzó en el camino de Alan Louis (Bretaña, 1992). "La descubrí al mismo tiempo que recorría el país; estaba en todas partes: en las fachadas, en los mercados, en los pueblos... Entonces llegó el confinamiento por la COVID, mis exposiciones de diseño se cancelaron, y en lugar de ahogarme en el aburrimiento me apunté a varios cursos para aprender cómo usarla", cuenta.
Alan se dio cuenta muy pronto de que ya casi nadie la utilizaba para fabricar muebles y comenzó a bocetar mesas, bancos y lámparas a partir del material que tanto le había fascinado. "La cerámica es caprichosa y difícil de trabajar, sobre todo a gran escala, y todavía me desespera y angustia en ocasiones, pero amo el gres, la porcelana y en general la arcilla, que moldeo directa- mente con mis manos. Para la madera y el mármol, en cambio, me rodeo de artesanos que me ayudan", prosigue el francés.
PROYECCIÓN PERSONAL
Los animales salvajes están también en el centro de su universo y protagonizan la mayoría de sus cuadros y fotografías. "Me identifico con ellos, ya sean leones o monos. También me inspira el océano. Me encanta imaginar cómo sería mi casa a 10.000 metros bajo el mar, o en Júpiter o Marte. La naturaleza, tanto cercana como lejana, me seduce", explica.
Sus jarrones geométricos y sus cojines parecen pequeños objetos de arte. Sus mesas de patas circulares son, efectivamente, planetarias y hasta ha diseñado un apartamento en Lisboa que sigue sus peculiares códigos estéticos. "Mis objetos son para mí como piezas de una armadura, una extensión de lo que soy. Por eso a veces, de manera no intencionada, me salen redondos y otras puntiagudos, suaves o ásperos, como si me protegiesen o alentasen alternativamente", concluye.