Pierre Traversier y Rozemarijn de Witte se enamoraron en París hace más de una década. Se enamoraron entre ellos y se enamoraron juntos del mundo, de Thailandia, de Japón, Marruecos, Los Ángeles, Australia, pero… fue llegar a la isla blanca y algo hizo click, ese sí interno. Encontraron un antiguo hostal, –un edificio solitario situado en la bahía pesquera de Portinatx, lo más lejos posible del ritmo frenético y de las playas atestadas– y lo llenaron de vida.
Nueve habitaciones, un restaurante, una tienda y mucha brisa marina. Un lugar auténtico que no teme la auto-expresión y excentricidad, un lugar sin pretensiones que, en su propia extravagancia setentera, te invita a ser la versión más libre y auténtica de ti mismo, (el norte de la isla tiene, en general, este efecto en nosotros). No hay fórmulas estandarizadas, cada rincón está decorado con el mimo con el que uno adorna una esquina de su propia casa, cada habitación tiene una personalidad y una gama cromática única.
Enormes tapices cuelgan de las paredes, lámparas hechas con utensilios de pescador, mesas marroquíes, sillones Pop, un montón de mimbre, mosquiteras y baldosas de colores conjuntados. Un mix and match en toda regla, donde cada objeto de apariencia absolutamente aleatoria se sitúa en el lugar preciso, consiguiendo una divertida harmonía en un escenario único.
Cada habitación cuenta con un balcón con vistas directas a una de las mejores puestas de sol en el mar. El ex-jugador de baloncesto y la editora se han encargado de que los dormitorios tengan una calidez desbordantemente acogedora sin perder la esencia original de motel. Los baños han sido redecorados, pero no esperes bañeras de lujo, o duchas con la última tecnología, el alma de pueblo pesquero sigue aquí, esta es una experiencia pensada para el bien-viajado que quiere vivir esa vibración ibicenca que es un cóctel entre las gentes llegadas de todas partes del mundo y el pescador con ocho apellidos ibicencos que sirve el pescado en el restaurante y que, si quieres, te llevará con él a explorar el mar contando las anécdotas de su padre de cómo esta isla llegó a ser lo que hoy es.