Tiene un por qué la masiva llegada de turistas a la isla griega de Santorini, su energía telúrica, el sentir el poder de la tierra en todo el conjunto. La memoria del volcán que explotó dejando como huella la inmensa caldera, a la que miran las casas del acantilado, está ahí, aunque no sepas de esta historia. Ese mismo acantilado es el mejor refugio para escapar de las riadas de cruceristas que recorren la isla a marchas forzadas, con solo unas pocas horas de margen para abarcarlo "todo". Acoge a neoeremitas que creen fervientemente en la felicidad a través del placer.

De ahí se cuelgan las remozadas 13 habitaciones del hotel Porto Fira Suites, cuyas obras han corrido a cargo del estudio griego Interior Design Laboratorium (IDL). Qué buena suerte ser uno de sus clientes, puesto que se disfrutará de una de las mejores vistas de Santorini desde sus privativas terrazas, dotadas algunas de jacuzzi. Su diseño tiene el acierto de respetar la arquitectura monástica del viejo edificio que se ha rehabilitado, anexo a una pequeña iglesia de pueblo. "Nuestro reto era combinar la máxima simplicidad con materiales robustos como madera y metales sometidos a un proceso de envejecimiento", explican desde el estudio.

Casi todo el mobiliario y la mayoría de los elementos decorativos, así como de los marcos de puertas y ventanas, se diseñaron a medida para que todo encajase. Los armarios con sus puertas de mimbre enrejadas son una referencia a los viejos confesionarios de la iglesia, al igual que las losetas de piedra evocan sus fríos suelos. Las colgantes de las lámparas recuerdan a las cuentas de los rosarios. Pura experiencia ortodoxa. El agua de la piscina de piedra negra se funde con el Mediterráneo para que encuentres, desde un punto de vista mucho más lúdico, la serenidad propia de un monasterio.