Según su web: “Bode New York es una marca de moda de lujo para hombres que expresa un sentimiento por el pasado, a través del estudio de narrativas personales y técnicas tradicionales”. Pero lo especial aquí es que Emily Bode, con menos de 30 años, fue la primera diseñadora femenina que se presentó en el NYFW: Men's. Allanando, así, el camino para las mujeres empresarias en la industria de las prendas masculinas. La firma comenzó con una colección de piezas compuesta en su totalidad por tejidos veteranos y continúa revitalizando la ropa americana, gracias al arte de contar historias. Vamos al origen: Emily creció en los suburbios de Atlanta, en una familia de entusiastas por las reliquias. Su abuelo recopilaba antigüedades, y su madre y sus tías la llevaban a exposiciones y mercados. Y es que en un mundo que va a mil por hora, la nostalgia y la artesanía son dos palabras claves para entenderla. Ya que la firma tiene que nutrirse constantemente de textiles raros y especiales, Emily viaja a menudo buscando tesoros. Estos están influenciados por la línea, cada vez más fina, entre lo femenino y lo masculino. Ella propone siluetas modernas propias de la ropa de trabajo, unidas a costumbres como el patchwork. En cierta manera, recuperando estas joyas, se crea un archivo de documentación, pues Bode describe cada procedencia con la máxima exactitud posible. Las colecciones están hechas a medida en Nueva York, y se fabrican casi en su totalidad con telas vintage que se reparan con esmero (una mantelería antigua o un acolchado con un colorido diseño). Efectivamente, los acolchados son su insignia. Los habíamos visto antes en otros diseñadores, pero Bode construye una marca entera con ellos, y esto resulta refrescante y único. Lo último es su inclusión en el mundo del interiorismo y la decoración con sus taburetes en forma de media luna, con cojines personalizados 100% Bode New York.