La alimentación fue siempre mucho más que llevarse algo a la boca, dado que ha sido capaz de alterar estatus políticos, ecosistemas y hasta consciencias. Es la cocina la que ha ido realmente más allá, internándose en campos insospechados hasta hace pocas décadas. Hoy es incluso arte. O no… El debate, en todo caso, está ahí y sobre este fenómeno y sus implicaciones pretende ofrecer su particular óptica el Basque Culinary Center de San Sebastián con la exposición 50 miradas.Un recorrido por la gastronomía contemporánea, que puede verse en la sede de esta pionera universidad del comer hasta el 13 de julio.
Proyecto interdisciplinario, invita a observar un fenómeno en movimiento, “en el que las ideas constituyen el principal ingrediente y la creatividad se revela como la única frontera”, exponen el sociólogo Iñaki Martínez de Albéniz y la periodista Sasha Correa, comisarios de la muestra, quienes se han apoyado en el diseñador Santos Bregaña para su dirección artística. Para este último, el ingrediente principal de la cocina actual es “la vanidad” y destaca la mirada abierta sobre la gastronomía –desde la ciencia, los medios, la ironía y el arte– de la exposición.
Se compone de cinco constelaciones. La primera, centrada en la comunicación, tres vírgenes representan la gastronomía vasca, española y francesa para poner el acento sobre la sacralización de la “marca país”. En la instalación Secretos Compartidos se ha dejado en una mesa que los alimentos se pudran y de fondo suena el rumor de una conversación a los postres. En Diario de un foodie, el escritor Harkaitz Cano, acompañado de las ilustraciones de Pedro Perles, narra las vicisitudes de un amante del buen comer que sufre incluso eligiendo qué croissant desayunará.
La gastronomía también se vincula al activismo social y un Chef Campeador, cuya armadura está formada por utensilios de cocina, se ve obligado a salir de la cocina para defender otras causas. Un conjunto de 18 delantales representan movimientos como el food porn o el slow food, mientras que un cartel de una mujer trabajadora está formado por portadas de chefs hombres en revistas de todo el mundo. “Patrimonio de la mujer durante siglos y ha sido el hombre el que ha recogido el beneficio”, comenta Bregaña, quien no ha podido sacar de la aduana una matrioska “inversa” encargada a una artesana rusa y compuesta por figuras de hombres cocineros, con una abuelita como última de ellas.
La visión científica se ilustra con un juego donde se reta, medido con básculas de precisión, a acercarse a la medida de la pizca (se ha decidido para la ocasión que sean 2g). En otro juego se debe decidir qué alimento es bouba o kiki… Y una cereza se amplía a nivel nano con un microscopio eléctrico. También se invita a probar una sidra elaborada con manzanos de unos terrenos donde una familia viene enterrando a sus ancestros desde hace generaciones, e incluso a probar jamón mientras se observa un vídeo de una piara de cerdos en su día a día. Son 50 miradas, todas sorprendentes e iconoclastas. Y hacían falta, más que nunca.
“¡Hasta en la sopa! La cocina está en todas partes. En boca no sólo de quienes comen, sino de quienes construyen, alrededor de una mesa, imaginarios en los que la comida sirve de puente hacia todas partes. Detrás de lo que mordemos hay mucho más que nutrientes. Hay sociedad y por tanto cultura”, sintetizan Martínez de Albéniz y Correa.