Dice la belga Nathalie Deboel que rodearse de cosas bellas, libros y arte es para ella una "necesidad, como el oxígeno" y que su adicción empezó siendo muy joven. "A esa sensación se unieron las ganas, más bien la urgencia, de compartir lo que sentía con los demás, de transmitir mi propia filosofía", añade.
De ahí al interiorismo solo hubo un paso, o más bien varios, hasta que en 2016 creó el estudio que lleva su nombre y que está ubicado tanto en Bruselas como en Knokke, la zona costera de su país en la que ha diseñado muchos de sus proyectos. Para Deboel, las casas deben encajar como un guante y "tener sentido para las personas que las habitan".
Sus interiores, hechos siempre con materiales naturales, son tan armónicos como ascéticos y destilan una sensación de pureza y de calma innegable. "Mi trabajo es una búsqueda constante del equilibrio entre la funcionalidad, la belleza y la conexión con el entorno. Empiezo por establecer una base neutra y cálida a la que añado después solo los muebles y piezas estrictamente necesarios, y algo de color y arte que aportan personalidad. Vivimos en un mundo tan lleno de estímulos y ruido que concibo las viviendas como lugares protectores que reconforta", explica.
Le gusta colaborar con artesanos locales y "deshacer sus interiores capa a capa hasta llegar a su esencia", asegura. Durante el confinamiento por la COVID, además, Nathalie se lanzó a diseñar una colección de muebles, Nomad, “hecha de madera y muy sencilla, un homenaje a las personas que nunca permanecen mucho tiempo en un mismo lugar", describe.
Entre sus próximos proyectos, la interiorista belga, que hace tiempo que traspasó las fronteras de su país, menciona refugios de vacaciones en Punta Cana (Santo Domingo) y el sur de Francia, un chalé en Verbier (Suiza) y una gran casa familiar en Londres.