Aunque la estética entre un continente y otro es cada vez más similar por esa cosa llamada globalización de la que no podemos escapar, los detalles, prioridades y enfoques de diseño entre casas americanas y europeas son sorprendentemente distintos cuando un interiorista toma las riendas.
Cuando hablamos de diseño de interiores, el contexto lo es todo. Y no, no es un simple capricho cultural: lo que funciona en una casa de Los Ángeles puede resultar totalmente ineficaz o incluso desconcertante en una de Ámsterdam, y viceversa.
Es como comparar el espacio que ofrece un palacio veneciano con una casa de campo en los Hamptons; ambos imponentes, pero construidos desde lógicas y expectativas completamente distintas.
Desde el manejo del espacio hasta la elección de materiales, las decisiones que toman los interioristas están íntimamente ligadas a las raíces culturales y el entorno en el que trabajan. Y es que las diferencias van mucho más allá de si preferimos muebles vintage o contemporáneos.
1. La escala del espacio
La primera diferencia que salta a la vista es el espacio. En Estados Unidos, las casas tienden a ser más grandes, con amplios salones abiertos y techos altos que invitan a la amplitud. Los interioristas americanos están acostumbrados a trabajar con grandes dimensiones, donde las habitaciones pueden tener varios usos (una sala de estar que es, además, la sala de TV y, por qué no, el gimnasio personal).
En Europa, especialmente en ciudades históricas como París o Roma, los espacios tienden a ser más pequeños y compactos. Un interiorista europeo a menudo enfrenta el reto de maximizar el uso de cada rincón. Aquí, el mobiliario multifuncional y el almacenamiento oculto se convierten en aliados indispensables. Las casas europeas valoran la eficiencia y la adaptabilidad del diseño, con interiores que reflejan una optimización rigurosa del espacio disponible.
2. La iluminación: función versus ambiente
En Estados Unidos, la iluminación es más funcional. Las casas suelen estar bien iluminadas con luces empotradas en el techo y grandes ventanales que permiten la entrada de luz natural a raudales. Los interioristas americanos diseñan espacios que invitan a ser productivos y activos a cualquier hora del día, con focos que pueden transformar una sala de estar en una oficina improvisada en cuestión de minutos.
En Europa, la iluminación tiene más que ver con crear ambiente. Las lámparas de pie, los apliques de pared y la iluminación indirecta juegan un papel fundamental para generar una atmósfera acogedora. La luz es cálida, suave y generalmente menos intensa. Aquí se busca más la intimidad y el recogimiento que la funcionalidad pura.
3. Tecnología sí, ¿pero que se vea o no?
Los hogares inteligentes son un gran atractivo en Estados Unidos. La domótica es casi una necesidad, con sistemas integrados que permiten controlar desde la temperatura hasta la música de ambiente con un solo clic. Los interioristas americanos están cada vez más involucrados en proyectos donde la tecnología desempeña un papel fundamental en la comodidad del hogar.
En Europa, la tecnología también está presente, pero su integración suele ser menos invasiva. Se apuesta más por soluciones que no alteren la estética ni la funcionalidad tradicional del espacio. Aquí, la tecnología es discreta y se mimetiza con el diseño, siempre que se pueda, sin robar protagonismo.
4. La importancia del baño
En Estados Unidos, el baño principal, o master bathroom, es un verdadero santuario personal. En muchos proyectos de diseño de interiores, los baños son casi tan importantes como los dormitorios, con enormes bañeras, duchas de lluvia, tocadores dobles, y hasta televisores integrados. Estos espacios son amplios y se diseñan con la misma atención al detalle que cualquier otra habitación de la casa.
En Europa, sin embargo, los baños tienden a ser más modestos en tamaño y enfoque. Aunque hay un creciente interés por los baños de lujo, el espacio reducido y las restricciones arquitectónicas a menudo limitan las opciones. Los baños europeos son prácticos, con un diseño eficiente que favorece la funcionalidad por encima del lujo, aunque el diseño sigue siendo elegante y bien pensado.
5. La paleta de colores
El uso del color también es un factor diferenciador. En Europa, los tonos neutros y apagados tienen una presencia predominante. Los interioristas europeos suelen optar por una paleta más sobria, donde los blancos, grises y tonos terrosos generan un ambiente calmado y atemporal. Se busca una sensación de elegancia contenida, donde el protagonismo lo tienen los detalles arquitectónicos.
En cambio, en Estados Unidos, los interiores suelen ser más atrevidos con el color. Es común ver acentos en tonos brillantes que añaden dinamismo a las estancias. No se teme combinar colores intensos con patrones geométricos o texturas llamativas.
6. La cultura del entretenimiento en casa
En Estados Unidos, el espacio dedicado al entretenimiento es crucial. Muchas casas cuentan con home theaters, bares privados, o incluso salas de juegos. Los interioristas americanos ponen mucho énfasis en crear zonas donde los propietarios puedan recibir a familiares y amigos, con sofás amplios, televisores de gran formato, y sistemas de sonido envolvente.
En Europa, aunque el entretenimiento en casa es importante, las casas no suelen disponer de tanto espacio para estas zonas específicas. El salón o la cocina a menudo son los espacios principales para socializar, y las reuniones tienden a ser más informales y concentradas en áreas multiuso en lugar de en habitaciones diseñadas exclusivamente para ello.
7. La distribución de los espacios
La distribución también es distinta. En las casas americanas, se prefiere una disposición abierta con pocos muros que separen las habitaciones, creando una fluidez visual y de tránsito. Las cocinas abiertas que conectan con el salón son una tendencia muy popular (aquí y allí, pero debemos decir que en esto, ellos nos llevan ventaja). Los interioristas americanos valoran la conexión entre los espacios comunes.
En Europa, las plantas abiertas están ganando popularidad, pero las casas y apartamentos tradicionales suelen tener espacios más compartimentados. Las cocinas cerradas siguen siendo comunes en muchas partes del continente, y las separaciones claras entre las zonas de estar, cocina y comedor son parte de la estructura de las viviendas más antiguas. Esto refleja una preferencia cultural por la intimidad y la diferenciación de los espacios según su función.