Teniendo en cuenta que se trataba de la casa familiar, se entiende a la perfección el aura espiritual con que Andrea Arqués explica la génesis de este proyecto, que concibió en colaboración con Jordi Castañer cuando trabajaba en el estudio GCA Architects, antes de fundar su propio despacho, A Studio. “El emplazamiento en el terreno se planteó siguiendo los conocimientos de los maestros de la arquitectura medieval que trabajaban con la pata de oca –una herramienta con la que el maestro constructor disponía el trazado director del edificio– para diseñar las catedrales. Con ayuda de la posición del sol y la latitud exacta de la parcela se descifra una malla vibratoria en el terreno; si trabajamos con ella hacemos que la casa se ancle al terreno de una forma amistosa, conectándola con ejes energéticos que ejercen una influencia positiva en las personas que la ocupan”.
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