En esta casa, un proyecto del estudio dirigido por Madeleine Blanchfield para su propia vivienda, la perspectiva nunca es unidireccional. Las vistas del exterior se toman presta- das –por decirlo así– de espacios adyacentes, incluso de los baños. La casa está inmersa en el jardín y los árboles se ven desde cualquier punto del interior. Puertas deslizantes de vidrio separan las habitaciones de la planta superior. Los materiales, utilizados en su estado puro, han sido seleccionados por su belleza inherente. No sometida a los límites entre interior y exterior, la casa se constituye como un todo espacial en el paisaje, y con un fuerte “sentido de lugar”. La circulación brota del vacío de la entrada y prosigue, hacia arriba, por una impactante escalera en espiral. Los acabados, tenues pero cálidos, crean una atmósfera calma y la distribución espacial propicia alegría en los movimientos.