Ante la visión nocturna de la casa Nathan, obra del estudio Arqui+, pródigamente iluminada, transparente y nítidamente duplicada a través de su reflejo en la lámina de agua que la rodea, tenemos una imagen irreal pero convincente del edificio, como dibujado por una lógica onírica. A través de su reflejo en el agua, la casa duplica su volumen y multiplica al infinito los efectos de la simetría. La plataforma de la terraza parece que parte la casa en dos planos apaisados e idénticos, pero al fin nos convencemos de que se trata de un único volumen horizontal, coronado por una pieza alta de tamaño menor y retirada de la primera línea de fachada.
Las transparencias remiten, de algún modo, a las lecciones del gran Mies van der Rohe, cuando, hablando de la retórica de los materiales cuenta que trabajando con maquetas de cristal se dio cuenta de que en los edificios de la modernidad lo más importante ya no era el dinamismo de luces y sombras, sino el juego de reflejos. La arquitectura –escribió también Mies– es la voluntad de una época expresada en el espacio, y esta es sin duda una casa proyectada según las pautas de nuestro tiempo. Un lugar capaz de proporcionar a sus habitantes el máximo rendimiento funcional con un mínimo de medios.
Una estructura clara con articulaciones flexibles, de hormigón y cristal, ha generado estos espacios para que discurra una cotidianidad característica del momento al que ha llegado nuestra civilización en sus creaciones más privilegiadas: una vida volcada al exterior y notablemente luminosa y abierta en el interior, con dobles alturas, con pasadizos por donde circulan el aire y el sol, con zonas de agua que actúan como espejos. Envuelto en reflejos multiplicadores, el interiorismo –realizado en colaboración con HC Studio Concept– compone un escenario sutil y refrescante.