Caterina Masferrer, al frente del showroom bulthaup Sant Cugat desde hace más de treinta años, no empezó su casa por el tejado, sino por la fachada. Antes de diseñarla se fue a Copenhague para conocer a la octava generación de la familia danesa que fabrica los mejores ladrillos del mundo, los de la firma Petersen. Con ellos levantó los 360 metros de su nueva vivienda también en esta población separada de Barcelona por la sierra de Collserola.
"Tengo cuatro hijos adolescentes, así que necesitaba crear un refugio abierto, práctico, en el que poder recibir amigos", explica. Ella misma, con la ayuda del arquitecto Salvador Puiggros, su cuñado, bocetó las dos plantas en las que se ubican los cinco dormitorios, uno de ellos en suite, y el gran espacio diáfano del primer piso que conecta salón, comedor y cocina con el jardín y la piscina exterior a través de una cristalera de diez metros cuadrados. "Encontramos el equilibrio entre la privacidad y la apertura al terreno con celosías de madera", dice Caterina.
Como no podía ser de otra manera, la cocina, enteramente pensada por ella con el modelo b3 de bulthaup, es el corazón de la casa, el punto de encuentro de las zonas comunes. "Nos encanta cocinar, somos muchos de familia y esta habitación era esencial". El comedor y el salón se separaron gracias a una chimenea revestida con un cemento hecho a mano y las ventanas están parcheadas por cuarterones de la firma belga Jansen. Cada detalle está pensado de forma minuciosa, nada es improvisado ni apresurado.
"El ladrillo que diseñó Peter Zumthor para el Museo Kolumba de Colonia, de Petersen, es el elemento referencial sobre el que gira el resto del diseño; aporta sencillez y mimetiza la estructura con el entorno", describe la dueña. El interiorismo responde al mismo espíritu sosegado, pero rotundo. "Elegí muebles clásicos y atemporales, como los de Hans J. Wegner de los años cuarenta y cincuenta, o las butacas de Pierre Jeanneret de la década de 1930. Quería que todas las piezas tuviesen alma, algo que he aprendido trabajando con bulthaup estas últimas décadas", reconoce Masferrer.
La misma sobriedad impecable reflejan los colores, casi todos negros, grises o blancos mezclados con roble oscuro. Y los materiales. "Buscaba huir de todo lo que no fuese natural. A los colores les di muchas vueltas, pero al final me decanté por los tonos oscuros y calmados, que nos sigan gustando a mi marido y a mí durante muchos años", remata. Quizá por eso esta casa profundamente contemporánea respira al mismo tiempo nobleza y longevidad. Larga vida.