El tacto es quizás el sentido más injustamente ninguneado. Lo tenemos tan interiorizado, que muchas veces no reparamos en la cantidad de ocasiones que recurrimos a él de forma inconsciente. Cuando buscamos una moneda en el bolsillo, ajustamos una arruga de la camisa o pantalón o nos movemos ágilmente por el teclado del ordenador sin tener que desviar la mirada. Todas estas y muchas otras acciones tienen lugar a lo largo de un día de forma casi espontánea y sin ser plenamente conscientes de ellas.
Nuestras principales herramientas para conectar con nuestro sentido del tacto son las manos. Pero este no se limita a ellas: toda la superficie de la piel del cuerpo está disponible para la interacción táctil; cuando algo nos sobrecoge, toda nuestra piel reacciona de forma conjunta para enviarnos su mensaje. Una de las características más recurrentes de nuestro sentido del tacto es la capacidad de interpretar, a través de la vista y el oído, cuál será el tacto de un elemento. Cuando caminamos hacia el interior de un edificio podemos intuir, con elevada precisión, cuáles serán las sensaciones que nos transmiten los materiales que lo configuran. De hecho, si nos paramos a pensar, la inmensa mayoría de los espacios construidos están revestidos con los mismos materiales:ladrillos, piedras, estucos y pinturas; cuesta mucho sorprender a nuestro sentido del tacto pues son materiales más que conocidos. En los interiores pasa exactamente lo mismo, quizá con algo más de variedad, pero, en esencia, podríamos resumir los principales materiales de interiorismo en una lista muy cortita.
Cualquier propuesta que rompa esas limitaciones tan establecidas captará automáticamente la atención del observador, aumentará exponencialmente las probabilidades de que exista uncontacto físico directo con el elemento construido y, muy probablemente, dejará una huella perdurable en el recuerdo. Por todos estos motivos los estands de las principales ferias de la construcción acostumbran a incorporar conceptos de arquitectura del tacto, tratando de alcanzar ese nivel de intriga necesario para que los visitantes "sientan la necesidad" de acercarse y tocar los materiales con los que han sido realizados. Muy pocos diseñadores o arquitectos se atreven a experimentar en este campo, salirse de los estándares de la construcción para crear nuevas texturas y superar estos límites, no porque no tengan propuestas, sino más bien porque la industria de la construcción se ha volcado en las últimas décadas hacia la industrialización y se ha alejado de este tipo de trabajo más artesanal. Encontrar especialistas capaces de realizar determinados trabajos manuales se presenta extremadamente complejo, y los que son capaces de hacerlos pueden permitirse estar muy bien pagados.
Uno de los despachos de arquitectura que siempre ha apostado por trabajar las texturasen sus propuestas es el reconocido estudio Herzog & de Meuron. Da igual el proyecto que escojas; siempre existe una reflexión sobre la textura de la envolvente del edificio, ya sea exterior, interior o ambas. Desde mucho antes de que las nuevas tecnologías de control numérico abriesen el campo de la texturización de los materiales de la construcción, el estudio suizo ya realizaba extraordinarios proyectos como el Fünf Höfe y sus cinco patios en el centro de Múnich. En este proyecto, gran parte del trabajo de texturización de las paredes de las galerías proyectadas fue ejecutado manualmente, pero este aspecto no frenó la genialidad de los arquitectos. Con la mejora y la industrialización de la técnica han sido capaces de crear edificios tan sugerentes para nuestro sentido del tacto como el edificio Caixafórum de Madrid o el proyectado para el Fórum de las Culturas en Barcelona en 2004.
Otros arquitectos, como Rafael Moneo, los franceses Lacaton & Vassal o David Chipperfield, siempre han experimentado con el trabajo delicado de piezas de pequeña escala ordenadas de forma que generen un patrón de texturas sugerentes y elegantes. El arquitecto británico, por ejemplo, es autor de la flagshipstore de Valentino en Nueva York, un proyecto que rompió todos los esquemas al recuperar el terrazo y su característica textura como el elemento de revestimiento principal de los interiores del proyecto.
Y es que, como bien sostiene el arquitecto Jaime Prous, "no solo se trata de tener algo que tenga un uso, que sea bello; ahora además tiene que transmitir. Lo emocional ha entrado en juego". La arquitectura del tacto nos conecta con nuestros instintos más primarios. Las texturas orgánicas y heterogéneas, aunque sean creadas a través de patrones informáticos, traen a la mente vínculos con la naturaleza que fomentan la restauración cerebral según los conocimientos que actualmente tenemos sobre biofilia.
No hemos de olvidar el otro enfoque de la arquitectura del tacto: las interacciones con tecnologías informáticas se han convertido en algo habitual en los últimos años, desde teléfonos móviles hasta superficies de sobremesa. En arquitectura, los investigadores ahora trabajan sobre el potencial de las superficies interactivas para futuros elementos arquitectónicos, como paredes, suelos y techos. No tardaremos en ver superficies que modifiquen su geometría en base a parámetros de contacto físico con los usuarios. Esta será una de las nuevas metas de la arquitectura del tacto.