Casas construidas sin ninguna normativa de eficiencia energética y usuarios desconocedores de lo que consumen: un cóctel explosivo que hace que la mayoría de viviendas españolas sean un sumidero de luz, gas y agua. Así, el consumo energético de todas ellas supone cerca del 30% del consumo total del país.
De 26 millones de viviendas españolas, 15 tienen una antigüedad superior a 30 años y otros seis millones se edificaron hace más de medio siglo. Y la normativa más completa de eficiencia energética en la construcción no llegó hasta 2007 con el Código Técnico de la Edificación (CTE).
Por otro lado, un 74% de las familias españolas no sabe cómo se calcula su factura de electricidad o gas, la cuarta parte desconoce qué potencia tiene contratada y casi un 84% no sabe que puede contratar energía verde, según revela el último Panel de Hogares de la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC). Esto provoca que el gasto promedio de los hogares españoles en electricidad es de 56,3 euros al mes, mientras que la factura del gas asciende a 40,1 euros.
Conscientes de este problema, administraciones, promotores y empresas han impulsado en los últimos años medidas de incentivo para impulsar la construcción eficiente y la rehabilitación energética del parque de viviendas ya construidas. Una de ellas ha sido la introducción del mismo etiquetado energético que se utiliza para los electrodomésticos. A partir de este año, los ayuntamientos tienen la posibilidad de aplicar rebajas de hasta el 20% en el Impuesto de Bienes Inmuebles (IBI) a las viviendas más eficientes (las que tienen la calificación energética A).
Para reducir el gasto de energía de una casa existen dos clases de estrategias: la primera y fundamental es el diseño pasivo, es decir, aquel que minimiza la energía necesaria para conseguir unas condiciones de confort a través de la orientación, la distribución y la envolvente de la construcción, sin necesidad de aporte suplementario de tecnología (iluminación artificial, climatización, calefacción).
La segunda estrategia es el aprovechamiento de las energías renovables: eólica, solar térmica, solar fotovoltaica. A medida que la tecnología para la producción de energía a partir de estas fuentes ha mejorado sus rendimientos a la vez que se abarataba, se ha reducido su plazo de amortización y, por lo tanto, se ha vuelto más competitiva para su instalación en viviendas aisladas.