En la patria de Ikea y H&M, la palabra diseño es sinónimo de estilo de vida. Baste recordar que la asociación de diseño sueco, Svensk form, nació nada menos que en 1845, y fue la primera en editar una revista sobre el tema, Form, que recientemente cumplió 150 años. Por si eso no fuera suficiente, un paseo por las calles de Estocolmo revelará el gusto de los suecos por la visión práctica, democrática, natural y sostenible de todo lo que les rodea, desde la ropa que visten a los espacios que habitan y los objetos que los decoran. No es de extrañar que, más allá de la afinidad física- la ciudad se asienta sobre 14 islas comunicadas por 57 puentes- el apelativo de Venecia del Norte también tenga que ver con esa elegancia noble que destila la capital sueca. La ebullición creativa que vive Estocolmo desde finales de los años noventa se manifiesta en muchos aspectos: en el llamado milagro de la moda sueca, en los nuevos templos de la pujante gastronomía escandinava y en la enorme constelación de firmas y tiendas de decoración. En el plano arquitectónico, la ciudad cuenta con auténticas joyas como el Ayuntamiento de Ragnarg Östberg, estandarte del romanticismo nacional sueco, y el Cementerio del Bosque (1940)- o cómo aplicar el funcionalismo también al descanso eterno-, obra de Sigurd Lewerentz y Erik Gunnar Asplund, considerado el padre de la arquitectura moderna. En las últimas décadas se han sumado edificios verdaderamente interesantes al mapa urbanístico de Estocolmo, de la talla del Museo de Arte Moderno (Moderna Musset) de Rafael Moneo (1998) o el Waterfront Stockholm, de White Arkitekter (2010), entre otros. Estos proyectos están transformando el paisaje de la ciudad, con un pie en la estética funcional y el otro en el respeto por el entorno y el medio ambiente. Para los amantes del interiorismo, la capital sueca es un paraíso (sobre todo durante su famosa Semana del Diseño) y cuenta con establecimientos esenciales como Modernity, especializado en piezas de los mejores diseñadores escandinavos del siglo XX; Asplund, una institución en el plano del diseño sueco, o Svenskt Tenn, la firma que fichó como creador al arquitecto austríaco Josef Frank bajo la batuta de Estrid Ericson. La mayoría de estos establecimientos se encuentran en Östermalm, lo que da la oportunidad de conocer el barrio más elegante y exclusivo de la ciudad, construido entre finales del siglo XIX y principios del XX. En el ámbito de la gastronomía, Estocolmo no tiene nada que envidiar a sus vecinos daneses, porque reúne la mayoría de los 37 restaurantes suecos galardonados en la última edición de la Guía Michelín, entre los que destacan Oaxen Krog, Esperanto, Gastrologik o Matbaren. Todo un firmamento de excelentes opciones para mimar el paladar en una exquisita cena, tras la cual hay que vivir la noche en el barrio de Norrmalm, en clubes sofisticados como el Spy Bar, que tan bien retrató el escritor Jens Lapidus en sus novelas negras. De día, este barrio también merece una visita, pues el llamado Bibliotekstan es el epicentro de la moda y el diseño en Estocolmo. Aquí se mezclan las boutiques internacionales más prestigiosas con firmas suecas como Acne, & Other Stories, Filippa K o Byredo. La belleza de la capital puede parecer a un sureño hierática y distante, como la de su divina hija predilecta, Greta Garbo, pero tras esa apariencia late una ciudad sensible a las cosas hermosas de la vida, como el buen diseño.