Estudió artes decorativas con la especialización de diseño de objetos en Estrasburgo. Cuando terminó, Lisa Allegra (París, 1986), aparte de realizar un viaje de diez meses alrededor del mundo, trabajó en destacadas firmas del sector. Pero cuando se dio cuenta de que la parte creativa no estaba en el centro de su labor, sintió que había llegado el momento de cambiar de vida, y se mudó, con su pareja y su bebé, a Barcelona.
Empezó diseñando una vajilla de cerámica, pero pronto quiso hacer algo más y se pasó a las lámparas. “Ahí el límite fue el tamaño del horno”, comenta entre risas en su estudio del barrio de Gracia de Barcelona, un espacio que comparte con más artistas y al que se trasladó embarazada de su segundo hijo.
Hoy recibe encargos de EE. UU., Francia, Emiratos Árabes... Clientes rendidos a las formas que toma en sus manos la cerámica, el material que la tiene fascinada. “Es muy flexible en su sentido más amplio. Permite crear obras pequeñas y grandes, tiene una parte muy intuitiva, pero también otra muy práctica...”, enumera.
“Además, como nunca puedes controlarla al cien por cien, te pone en un lugar muy humilde”. Le gusta probar ideas en colectivo y ver lo que funciona y lo que no. “Un trabajo manual creativo no es algo que puedas hacer sola. Necesitas poder hablarlo y reflexionarlo”, asegura. Trabaja por colecciones o familias–“no sabría hacerlo de otra manera”– y juega con el equilibrio. “Me gustan las piezas que están casi en peligro”, sostiene con seguridad.
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