"Buscamos hacer algo que estuviese dentro de contexto pero sin que fuese demasiado evidente", nos contabaJesús Díaz Osuna, que junto a Mercedes González Ballesteros conforman Febrero Studio. Y es que tenían en sus manos el proyecto de dar forma a una de las casetas (Gloria Bendita) que tiñen de color y gracia la Feria de Córdoba, por lo que debía ser una construcción efímera pero desmontable con el objetivo de ser reutilizada en años consecutivos. Así que la primera decisión fue utilizar Baublock, "que son bloques macizos de espuma endurecida de hormigón que contienen burbujas esféricas repartidas y realizados a partir de materias primas naturales como arena de sílice, cemento, agua, cal, yeso y aire. Piensa que se trata de más de 1.000 metros cuadrados dedicados a la gastronomía y el baile, que han sido diseñados en torno a tres zonas claramente diferenciadas: el restaurante, el patio y el bar (hasta con un árbol dentro)". Contaron, además, con la ayuda del arquitecto local Alberto Serrano Matas.
En esta caseta, y como debe de ser, el patio se convierte en entrada y centro de todo el proyecto, y desde el mismo, "hecho de albero e incluso abusando de él", se puede acceder por dos arcos al bar, la zona más amplia con escenario, barra y zona informal de mesas. Volcado al mismo patio pero con una enorme cristalera ejecutada en madera encontramos el restaurante, protegido para dotarlo de mayor privacidad y sombra por unas jardineras y esterones. "La propuesta estética ha valorado el uso de elementos de la tradición y el folclore andaluz entendidos desde una perspectiva contemporánea".
Folclore reinterpretado
Dentro de esta aparente sencillez, Febrero Studio ha jugado con elementos típicos del folclore andaluz y de las casetas, pero "de una forma que no estamos acostumbrados a ver". Es el caso de los farolillos, que están, sí, pero concentrados en el techo del bar a modo de nube blanca, "muy masivos y desordenados, y con una bola de discoteca, que nos parecía que le daba un punto", entre el azul de las paredes, los cuadros de evocación torera y las clásicas mesas y sillas que no pueden faltar en una caseta. Como detalle, encontramos otra bola en la fachada, arriba, en una especie de "pseudocampanario, que ellos querían que fuese una campana pero les convencimos".
Las rayas también tenían que estar y la idea ha sido "abusar" de ellas en el restaurante (llevado, por cierto, por Javier Campos, hostelero mítico de Córdoba), pero combinándolas con un tono flúor que le saca de lo que se espera de una caseta de feria. Lo mismo sucede con el color, normalmente en combinación con el blanco (azul, rojo o verde) pero en este caso se ha hecho con un beige, que le da un tono más sofisticado. "Igual pasa con las paredes de la zona del bar, están hechas de manta estribera, las típicas telas que se utilizan en las almohadillas de los toros".
El restaurante en origen no estaba cerrado, pero para dotarlo de cierta intimidad se optó por cerrarlo con ventanales resueltos en un suave color verde, y añadirle esterones, buscando privacidad y sombra. Y en el techo, para que el encuentro entre este y la carpa fuese más suave, se metieron plantas naturales en toda la parte alta de la fachada. Así, irse de feria, es otra cosa.