Más de la mitad de la población mundial vive en áreas urbanas, porcentaje que se estima rozará el 70% en 2050. Y las ciudades son ruidosas. Barcelona, sin ir más lejos, se encuentra entre las 10 ciudades más ruidosas del planeta, superando ampliamente en varias zonas los 80 decibelios (dB) – a partir de los 75 DB el ruido ya es dañino– y llegando a picos de 110 dB –el umbral del dolor está en los 120 dB, a partir del cual hay riesgo de sordera– en zonas como la Gran Vía que cruza la ciudad de punta a punta.
Frente a nuestro referente biológico, los sonidos característicos de la Naturaleza, como el que producen las hojas de los árboles al moverse al recibir una suave brisa o el sonido del mar en calma, percibimos el ruido de las ciudades como una agresión; nos genera tensión, estrés y nerviosismo. Por este motivo es tan importante diseñar nuestras casas con el concepto del silencio siempre en mente.
El medio es el mensaje
El sonido tiene un comportamiento complejo. Se clasifica en dos grandes grupos: el ruido aéreo y el de impacto. El primero es el ruido que viaja por el aire; es capaz de colarse en cualquier estancia que tenga un pequeño hueco que la conecte con el lugar de origen del sonido. Para desplazarse, el sonido hace vibrar las moléculas del aire y en este proceso consume su energía hasta desaparecer. El ruido de impacto, por el contrario, viaja a través de los materiales sólidos. El principio es el mismo: un golpe (o alguien caminando con tacones) produce un sonido que se desplaza a través de las estructuras rígidas de un edificio y se transmite al aire en las estancias o viviendas adyacentes; de forma mucho más eficiente, por cierto, ya que llega más lejos y más rápido que el sonido aéreo.
Para controlar el ruido, la clave siempre está en localizar el origen. Antes de actuar hemos de saber dónde se está produciendo esa contaminación acústica y si es aérea o de impacto. En viviendas unifamiliares el ruido exterior suele ser aéreo y de poca intensidad por lo que será relativamente fácil mantenerlo a raya con unos buenos detalles constructivos y un exhaustivo control de ejecución de la obra. Otra cosa bien diferente es el ruido generado en el interior de la propia casa: lavadoras, televisores, equipos de música, pasos en los pisos de arriba. Veamos cómo actuar.
Absorbentes acústicos
Para controlar todas estas fuentes tendremos que tomar determinadas decisiones en clave de prevención. Por ejemplo, sellando las puertas del lavadero o colocando doble puerta entre las zonas emisoras de las zonas que queramos proteger. También podemos utilizar revestimientos absorbentes acústicos, capaces de "agotar" el ruido antes de que se escape de las estancias. Se trata de materiales porosos: todo tipo de maderas con tratamientos de ceras o aceites y la mayoría de tejidos como alfombras, moquetas, cortinas...
Las ondas sonoras penetran en el material, rebotan internamente y acaban consumiendo su energía para no volver al ambiente. En contrapartida, los materiales duros y pulidos como piedras, cerámicas o paredes lisas rechazan las ondas sonoras sin prácticamente reducir su energía. Piensa en un espacio donde suela haber reverberación y analiza con qué está revestido. Llegarás a la conclusión de que hay materiales que propagan el sonido y otros que lo amortiguan; maderas, plásticos, lonas y espumas son materiales flexibles que reducen la propagación del ruido, mientras que piedras y metales hacen lo contrario.
Cuando el problema viene de fuera, para paliar el ruido tendremos que utilizar aislantes acústicos. Se colocan en paredes, techos y suelos, y están compuestos de múltiples capas con materiales de distinta densidad, lo que provoca que el ruido se diluya antes al tratar de hacer vibrar materiales de tan distinta naturaleza.
La arquitectura del silencio
Más allá de la física de la acústica, hay otro universo de posibilidades para crear espacios silenciosos. Escuchar determinados sonidos provoca reacciones en el organismo similares al silencio. EL 84% de los europeos considera que el sonido del mar es preferible al silencio absoluto. Las reacciones del cerebro frente a estímulos acústicos o arquitectónicos son equiparables: los techos bajos nos ayudan a concentrarnos y focalizar; las geometrías orgánicas estimulan las zonas del cerebro relacionadas con la recompensa y el placer, mientras que las artistas hacen lo propio con las de la amenaza y la reacción.
Existen múltiples referencias a la arquitectura del silencio en la obra de autores de renombre. Mies van der Rohe decía que en la Casa Farnsworth utilizó el silencio como camuflaje, y Peter Zumthor explicó en una entrevista reciente que los "diferentes tipos de silencio" lo ayudaron a alcanzar su potencial como arquitecto. La majestuosidad de las termas de Vals, sin ir más lejos, nos informa del silencio que encontraremos en el interior, espacios oscuros, de piedra, con balsas de agua en calma y un eco tan majestuoso que te "obliga" a permanecer en silencio escuchando el ir y venir del agua termal. La arquitectura y el sonido interactúan a nivel físico, pero también emocional. El equilibrio es la clave para disfrutar de un completo silencio.
Identifica las fuentes del ruido
Una de las primeras decisiones para lograr una vivienda que tenga en consideración la importancia del silencio será identificar las zonas productoras de ruido: salas de estar, comedores, cocinas, terrazas, salas de juego, etc. Entonces podremos poner en marcha acciones de diseño para contener el ruido allá donde se produzca.
Más allá de una simple molestia
La previsión y la función reguladora de las normativas a la hora de asegurar una calidad ambiental acústica fracasan una y otra vez. Esta realidad conlleva un elevado impacto en la salud: el 20% de la población europea está sometida a niveles de ruido que los expertos en salud consideran inaceptables y que provocan falta de concentración y perturbación del sueño entre otros efectos adversos.
Tecnología reparadora
Cada día hay más sensores del ambiente interior de los edificios; el ámbito de la acústica no es una excepción. Los sensores de ruido ya no son un lujo al alcance de unos pocos. Con una inversión muy controlada podemos disponer de un sistema de detección de niveles de ruido ambiental o exterior vinculado a determinadas acciones automatizadas en nuestra casa.
Ruido que entra por los ojos
El ruido no es un concepto exclusivo del sentido del oído. Los espacios sobrecargados con objetos, colores, texturas y todo tipo de elementos de decoración son percibidos por algunas personas como "ruido visual". En la práctica, lo único que ocurre es que una elevada cantidad de estímulos visuales dificulta a algunas personas el centrarse en una conversación o una tarea concreta.
Espacios que relajan
El silencio es subjetivo, una percepción; el grado de distorsión que provoca el ruido depende en parte de uno mismo. No es menos cierto que determinados lugares inducen a la relajación y ayudan a minimizar la percepción de los sonidos que nos alcanzan. Así, lugares con formas orgánicas, techos no muy altos y colores pálidos, especialmente verdes y ocres, ayudan a crear un estado de tolerancia al ruido.