Dice que Dolor y Gloria supone el cierre de una trilogía de la que también forman parte La ley del deseo (1987) y La mala educación (2004). Todas ellas protagonizadas por personajes masculinos, directores de cine, y en las que el tema central son la ficción y el deseo.

Y es que, en su 21ª película, con un rodaje que acabó incluso antes de tiempo, Almodóvar revela cómo las enfermedades (mentales –ansiedad-, físicas -migrañas, faringitis, tendinitis, dolores de espalda- y del corazón), forman un pasaporte de la vida.

Ha llegado el momento de saldar cuentas, perdonar y salvarse a uno mismo. Porque las comparaciones con la propia biografía del director son inevitables. Él alega que esto es lo de menos, que la narración es fruto de un cumulo de experiencias, propias y ajenas.



En uno de sus proyectos más personales y desnudos, Pedro Almodóvar se abre en canal y, una vez más, abre también una puerta a ese mundo estético que lo representa.

Por su parte, el decorador Antxon Gómez recreó para el hogar de Salvador (Antonio Banderas), el protagonista y alter-ego de Pedro, la casa que el director tiene frente al Parque del Oeste, de Madrid. De hecho, algunos de los muebles son suyos y la cocina, por ejemplo, es una reproducción exacta. Un detalle: en los títulos de crédito se citan las piezas que aparecen.