La arquitectura japonesa ha demostrado tener soluciones eficaces para las demandas de los urbanos congestionados. La modélica integración en el lugar, su aspecto intangible o el uso eficiente del espacio son algunas de sus características más relevantes y la vivienda, la tipología donde mejor las ponen en práctica.

 

La casa N, de Sou Fujimoto; la torre Nakagin, un icono de la arquitectura derribado en 2022; o la urbanización Roppongi Hills, con la torre Mori como elemento destacado, dan fe da algunas de las características más relevantes de la arquitectura japonesa que te contamos en este artículo. En todo caso, otros proyectos en los que también nos vamos a fijar, como los pabellones de verano de la Serpentine de Yunka Ishigami o Toyo Ito, cuya propuesta hace ya más de 20 años destacaba por su sutileza y ligereza formal, también son un compendio de esa adaptabilidad e innovación que no renuncia a aspectos tradicionales.

 

Hotel capsula Nakagin en Tokio

Uso eficiente del espacio e ideas innovadoras

Con 125 millones de habitantes, Japón es un país bastante más pequeño que España y con una orografía complicada. La necesidad de encontrar respuestas a la medida para entornos urbanos superpoblados ha hecho que la arquitectura japonesa haya desarrollado desde hace tiempo soluciones habitables que incluyen espacios compactos y multifuncionales diseñados a la medida. La extinta torre Nakagin es un gran ejemplo de la arquitectura Metabolista preocupada por la relación del individuo y la ciudad. Así, paredes y puertas correderas son elementos habituales, pero también destacan las innovaciones que tienen que ver con la construcción de rascacielos usando avanzados sistemas antisísmicos, por ejemplo.

 

Paneles shoji en una vivienda japonesa.

Paneles shoji en una vivienda japonesa.

Tsuchiya / Unplash

Flexibilidad y ligereza

Acabamos de mencionar las puertas y paredes correderas tradicionales de la arquitectura japonesa, conocidos como shoji, que consiguen que el espacio sea más flexible y se pueda usar de diferentes formas, pero también que la luz inunde el interior de manera sutil.  

Una de las características de la arquitectura japonesa es la capacidad para optimizar el espacio y reconfigurarlo para poder usarlo de diferentes maneras. Hay más ejemplos. El engawa es un espacio de transición antes de acceder a la vivienda que, de alguna manera, conecta interior y exterior. Si hubiera que citar un edificio que resuma esas características de fluidez, transparencia y flexibilidad, el primero que se nos viene a la cabeza es la Mediateca de Sendai, de Toyo Ito: un edificio cultural con un programa flexible y una fachada transparente.

 

Paper House de Shigeru Ban

Paper House de Shigeru Ban.

Michael Biondo

Sostenibilidad, comunidad y resiliencia

La sostenibilidad es otra de las grandes características de la arquitectura japonesa. La madera es, seguramente, el material que más se usa, pero no el único. Shigeru Ban, por ejemplo, es conocido por sus proyectos hechos con tubos de cartón, un material con el que lleva experimentando décadas con el que ha diseñado proyectos para situaciones de necesidad, como el terremoto de Marruecos o la guerra de Ucrania. Un ejemplo de cómo la arquitectura japonesa busca reconstruir comunidades es el Centro Comunitario proyectado por Unemori Architects en Fukushima. Un espacio pensado para encajar en el entorno donde la gente puede disfrutar de un lugar de encuentro y en el que hay biblioteca, un museo, cafés y guarderías, entre otras cosas.

 

Junya Ishigami diseñó el pabellón de la Serpentine en 2019

El pabellón diseñado por Ishigami es una especie de ola de tejas naturales que parece surgir del suelo.

Iwan Baan

 

 

 

Relación con la naturaleza

Hemos mencionado elementos como el engawa o el shoji, que aportan a la arquitectura japonesa flexibilidad. Además, conectan el interior con el exterior de manera sutil, fomentando el diálogo con el entorno. La arquitectura japonesa moderna también busca la conexión con la naturaleza.

Los pabellones de la Serpentine Gallery proyectados por arquitectos japonenses a lo largo de las últimas dos décadas así lo corroboran. El de Toyo Ito era una especie de cubo por el que entraba la luz a través de sus múltiples aperturas. El de Kazujo Sejima y Rue Nishizawa, hecho en aluminio, se diluía en el entorno hasta casi desaparecer. Finalmente, el diseñado en 2019 por Junya Ishigami, constaba de un tejado de pizarra que parecía emerger del suelo y recordaba casi más a una cueva.