El cantábrico es uno de los grandes destinos de veraneo en nuestro país, las temperaturas más amigables en los meses estivales, sus impresionantes playas quilométricas de naturaleza salvaje, aún bastantes de ellas casi vacías, donde el verde de los prados llega casi hasta la arena y a veces puedes encontrar a una vaca despistada paseando por la orilla. No son menos impresionantes sus verdísimas colinas, la habitual lluvia hace de estos paisajes uno de los rincones más vivos y vibrantes del territorio español. Si vas a pasar por ahí, te recomendamos que saques tiempo para visitar también sus pueblos, tan distintos unos de otros y con un interés arquitectónico de gran valor.
Hemos seleccionado cinco, pero es una idea estupenda coger el volante y explorar porque hay mucho mucho más.
En Galicia y en Asturias podemos encontrar poblaciones de cabañas, muchas de ellas pertenecieron a poblados pastores que tenían cabañas esparcidas por las comarcas y pasaban temporadas en unas o en otras dependiendo del estado de los pastos. El aspecto es fascinante, parece que vayamos a encontrarnos a unos hobbits al abrir la puerta. En la provincia de Lugo se halla el maravilloso Piornedo, en la sierra de los Ancares, a 1100m de altura. Llegó a tener 200 habitantes pero hoy día tiene solo al rededor de 30. Las pallozas son las casas en las que vivían sus habitantes, estructuras circulares de piedra con un techo en forma de cono hecho de paja de centeno. Las pallozas están intactas y si se visita el pueblo se pueden observar las estructuras originales. Si te interesan este tipo de casas, también es parada obligatoria en Galicia Cebreiro, el primer pueblo gallego del Camino de Santiago francés.
Si desde Galicia vamos dirigiéndonos hacia el este, pasando por la provincia asturiana podemos visitar los valles de Somiedo, con sus brañas, (los conjuntos de cabañas pastoriles). Estas construcciones asturianas se llaman cabañas de Teito, de planta cuadrada o rectangular y cubiertas vegetales como las de sus vecinos gallegos. Es muy interesante visitar estos pueblos que nos conectan con los orígenes de nuestro país y de su arquitectura, y ver cómo funcionaban estos materiales tan simples que provee la naturaleza.
Llegamos a Cantabria y visitaremos aquí pueblos de piedras más parecidos ya a lo que solemos llamar pueblo. Hay un sinfín de lugares preciosos que visitar en esta comunidad, llenos de casonas de piedras con balcones de madera, en general repletos de flores. Nos detendremos hoy en Santillana del Mar, (que ni es llana ni tiene mar). Con mas de 15.000 años de historia, este pueblo tiene sin duda mucho que ver, aunque lo mejor es dar un paseo por sus calles. Santillana ha sido cuna del hombre desde los primeros asentamientos del hombre en la zona en tiempos prehistóricos, ha vivido un apogeo señorial que lo ha dotado de casas espectaculares y ha pasado también por épocas de gran importancia eclesial, así que lo tiene todo. Algo que sorprenderá al paseante ocasional son sus fuentes, lavaderos y abrevaderos, que siguen intactas en las plazas desde el medievo. En sus calles encontraremos edificios emblemáticos de esa época así como del renacimiento y del barroco conviviendo juntos. Un destino imprescindible para los amantes de la historia de la arquitectura.
Aterrizamos ahora en el País Vasco y visitaremos aquí dos municipios, el primero de ellos es Bermeo, en la costa de la provincia de Vizcaya, y es uno de los principales puertos pesqueros del territorio histórico. La primera línea de mar nos recuerda en disposición de las casas de los pueblos pesqueros de la bahía napolitana en Italia. Con sus casas de colores de cuatro y más plantas que parecen faros desde los que observar el mar. Las fachadas de mil colores son una de las vistas más emblemáticas de este lugar.
Por último, nos detendremos en Hondarribia, en la provincia de Gipuzkoa. El casco antiguo medieval es uno de sus atractivos, con un trazado urbano en cuadrícula y angostas calles adoquinadas. Se conservan en muy buen estado las antiguas entradas a la ciudad, con sus puertas, puentes, y murallas. Al pasear por sus calles, el medievo vuelve a convivir con épocas más cercanas y podemos observar un tipo de arquitectura muy extendido por el cantábrico, con casas con grandes galerías acristaladas con carpintería de madera y profundos porches a pie de calle sostenidos por columnas. Muy útiles teniendo en cuenta lo frecuente que es aquí la lluvia. El barrio de la marina es otra de las paradas obligadas en esta ciudad, donde las típicas casas vascas con tejados a dos aguas tienen la carpintería pintada de azules, verdes, rojos dotando a las calles de una alegría particular.
Visites el pueblo que visites, ¡no dejes de meterte en el mar!