Economista, ingeniero mecánico y con formación en filosofía y anatomía, Richard Sapper fue un creador inquieto y poliédrico que buscó siempre la innovación en campos industriales muy diversos (barcos, coches, ordenadores, muebles, electrodomésticos...), lo que le llevó a trabajar con las firmas más punteras del panorama internacional.
Como muchos otros diseñadores industriales –entre ellos su compatriota Dieter Rams– fue un genio en la sombra que no gozó del mismo reconocimiento mediático que otros diseñadores estrella, pero suyos son algunos de los objetos más emblemáticos del diseño de la segunda mitad del siglo xx, como el televisor Algol, de Brionvega (1964), la lámpara Tizio, de Artemide (1972), o el hervidor 9091, de Alessi (1978).
Fue en Italia donde Sapper forjó su talento creativo, primero bajo el paraguas del maestro Gio Ponti y luego colaborando con figuras de la talla de Marco Zanusso, Gae Aulenti y Pio Manzù. Allí expresó su racionalidad germánica y afán perfeccionista en objetos tecnológicamente complejos por dentro, pero refinadamente sencillos por fuera.
Por eso, tal vez el único desliz que cometió en su prolífica carrera fue declinar el ofrecimiento de un joven Steve Jobs para hacerse cargo del departamento de diseño de una pequeña empresa tecnológica de California con una manzana por logotipo, porque no le apetecía trasladarse a vivir tan lejos. ¿Cómo hubiera sido un iPhone diseñado por Richard Sapper?