Desde 1995 Piluca Hueso y su madre, Pilar Muñoz, recorren el mundo para encontrar tanto piezas del siglo XVIII hasta los años 70, procedentes de la vieja Europa, Asia y África, así como creaciones artesanas contemporáneas. Su curaduría la vuelcan en Rue Vintage 74, todo un referente para los amantes del interiorismo que acaba de abrir su tercer espacio. Se llama The Act y es un teatro imaginado por la interiorista Marta de la Rica en el que se exponen piezas extraordinarias.
El que ya es el tercer espacio de la marca en Madrid se sitúa en una nave de 500 metros cuadrados de 1964 o en pleno barrio de Prosperidad. "Es una zona muy tranquila y a la vez están ocurriendo muchas cosas. Se trata de un vecindario residencial y también industrial con locales singulares, antiguos talleres... Es un núcleo multicultural, aquí se mezclan muchas generaciones, la gente joven está aportando muchísimo al barrio, estudios de publicidad, floristas, fotógrafos, ceramistas, diseñadores gráficos, chefs, hay una burbuja creativa muy potente", apunta la interiorista.
Una de las señas de identidad de Rue Vintage 74 es la de poner a ciertas piezas de decoración donde merecen estar. "Nuestra misión es la insaciable búsqueda de la belleza y plasmarla a través de elementos únicos. Reinterpretamos, recuperamos y reciclamos piezas olvidadas de otras épocas para seguir escribiendo su historia", comenta Piluca.
Así, junto a muebles rescatados por artesanos, en The Act se pueden encontrar piezas firmadas por grandes clásicos italianos como Mario Botta, Gianfranco Frattini, Ernesto Treccani, Roberto Pamio, Renato Toso o Pablo Venini, artífice de una lámpara que es la pieza favorita de Piluca. "Es magia, trabajada en cristal de murano con más de cien piezas ámbar que hipnotizan. También un escritorio brutalista en castaño y ébano con una artesanía inédita", sentencia sin dudar.
Marta de la Rica se ha encargado de diseñar el local como un lienzo en blanco que pueda servir para el cambiante teatro que tiene lugar entre sus paredes. La construcción del techo en madera da la sensación de estar en una cabaña cabaña. De hecho, en el pasado era un almacén de material de construcción, cuyo propietario anterior cuidó al detalle lo que representaba su casa y su granja hasta entonces. Seis décadas después sigue destilando encanto.
Gracias a la varita mágica de la interiorista, el espacio cuenta con distintas áreas y cada una representa un universo para que se crucen diferentes puntos de vista. Nada más entrar ya se aprecia que la paleta cromática gira entorno el blanco, el negro y el verde, y que más de 800 metros de tela de algodón envuelven las paredes. Al cruzar un pasillo enmarcado por jaimas de inspiración árabe se llega a una zona de baldosa decadente hasta acceder a la zona central. En definitiva, el espacio se ha concebido como un escenario neutro, perdurable y duradero que eleva el valor de los objetos que se exhiben en este teatro cambiante con muchas funciones por ofrecer.