Cuando pensamos en una buena cura de sueño la mente nos transporta a una mullida cama con un colchón adecuado a nuestras circunstancias. En cierto modo, el cabecero cuenta también con un papel importante en nuestro descanso, ya que leer tranquilamente una apetecible novela puede regalarnos un dolor de cuello o espalda si no tenemos cuidado.
Por lo general, cama y cabecero suelen ser una unidad indivisible, pero no siempre es así. En ocasiones puede aprovecharse la estructura de la cama y añadirle distintos elementos que enriquecerán el conjunto transformando por completo el espacio.
La pared en la que se encuentra el cabecero funciona de punto focal en la mayoría de las ocasiones, siendo la elegida para dar profundidad a través de un color intenso, un revestimiento interesante o empapelándola de forma distinta a las demás.
En ocasiones se prescinde del cabecero sustituyéndolo por un tapiz o simulándolo con un color de pintura distinto. Sin embargo, se pierde totalmente la funcionalidad y el confort que aporta este elemento. En cualquier caso, a la hora de elegir el cabecero es necesario concretar el estilo que va a imperar en el dormitorio porque este elemento puede llegar a convertirse en absoluto protagonista.
Los cabeceros tapizados son una de los mejores representantes del estilo clásico, a la vez que son realmente cómodos. Además, ofrecen un amplio abanico de posibilidades de tamaño, forma, color y estampado a la hora de realizar combinaciones con el resto de textiles de la habitación. Para darle un estilo más sofisticado, el terciopelo es una apuesta segura ya sea en sus tonos claros como en los más oscuros.
Por otro lado, hablar de cabeceros tapizados implica a hablar de capitoné. Aunque vuelve con fuerza, esta original técnica de tapizado no es nueva sino que ya se dio a conocer en el siglo XVIII con el icónico sofá Chesterfield. Consiste en realizar un jalonado sobre la tela en forma geométrica, lo que le da un aspecto acolchado remarcado en la mayoría de ocasionados por botones.
Los dormitorios de estilo rústico moderno encuentran en la madera una gran aliada para la elaboración de sus cabeceros. Tanto si apuestan por un diseño más tradicional como si se trata de largas piezas que van de pared a pared, estamos sin duda ante el material que mayor calidez va a aportar a esta habitación.
Además, es tremendamente versátil ya que puede hacer las veces de separador de ambientes. Por otro lado, en blanco y añadiéndole unas baldas encajará estupendamente en un dormitorio moderno de estilo nórdico.
Por su parte, aunque algo más incómodos, los cabeceros de hierro son tan auténticos que conquistan a estilos tan distintos como el vintage y el industrial. Mientras que el primero apuesta por su versión en blanco o dorado, el segundo lo prefiere en negro.
Y por último, las fibras naturales que también aportan su grano de arena y logran hacer del cabecero piezas muy especiales gracias a la combinación de una estructura de madera maciza y una rejilla de ratán.